Habían pasado un par de semanas desde
aquel incidente y las cosas volvieron a la normalidad.
Al menos eso era hasta esa misma
mañana.
-¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡QQQQQQQQQUUUUUUUUUUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ!?!?!?!?!?!?!
Ese grito se oyó por toda la tranquila
ciudad de Namimori haciendo que muchos de sus habitantes se
sobresaltaran pero, ¿qué iban a esperar si el grito provenía de la
residencia Sawada?
ooooOOOOoooooOOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooo
El castaño se levantó extrañado.
Normalmente su tutor le despertaba con un buen golpe que le hacía
caer de la cama pero esta vez nada de eso había pasado.
Giró ligeramente la cabeza en
dirección al reloj de su mesita de noche y se dio cuenta de que
todavía era bastante temprano.
Las vacaciones habían comenzado ese
mismo día por lo que no tenía ninguna prisa.
Sin prestar mucha atención se bajó de
la cama pero cuando se disponía a salir en dirección al baño,
abrió los ojos sobresaltado al escuchar un fuerte estruendo,
procedente del primer piso.
Un poco preocupado bajó las escaleras
corriendo y al entrar en el salón los ojos casi se le salen de las
órbitas.
La sala estaba completamente destruida.
La ventana que daba al jardín ya no existía; los sillones estaban
rotos por la mitad; la televisión echaba chispas; fotos, libros,
revistas y demás objetos desperdigados por todo el suelo; las
paredes dañadas con grietas por los golpes; pero, lo que más le
sorprendió eran los causantes de todo ese destrozo.
Allí, justo enfrente de sus narices,
estaban Hibari Kyoya y Rokudo Mukuro peleándose como si la vida se
les fuera en ello y sin percatarse de la presencia del más joven.
Sin más el castaño solo cerró la
puerta del salón y volvió a subir las escaleras, cogió la ropa del
armario de su habitación y se fue al baño a darse una buena ducha.
Media hora después salió
completamente vestido y con una toalla en el cuello que era la que
utilizaba para secarse el cabello.
Se encaminó otra vez en dirección al
primer piso con la esperanza de que esos dos nunca hubieran estado
allí pero, al comprobar que el estruendo provocado por el choque de
ambas armas no se había detenido suspiró y entró en la cocina
dispuesto a hacerse el desayuno ya que apenas y eran las 9 pasadas.
Se dirigió al refrigerador y sacó
todo lo necesario para preparase algo, a él y a los dos tarugos que
estaban en la sala destrozándola.
Sin mucho más comenzó a cocinar
olvidándose de todo el estruendo a su alrededor.
oooooOOOOooooOOOOooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOooooooOOOOooooo
Mientras en la sala los dos intrusos se
separaron un momento para recuperar fuerzas.
-Me sorprende que Tsunayoshi-kun no
se haya despertado con todo este alboroto.-comentó el
ilusionista con una sonrisa burlona.
-¿Y qué?- preguntó el otro
bastante molesto.
-Pues... qué podría ir a
despertarlo.-dijo con una sonrisa maliciosa que no le gustó para
nada al moreno.
-Sobre mi cadáver. Cabeza de
piña.-dijo despectivamente el prefecto.
-Kufufufuf así será
entonces.-respondió el otro.
Estaban a punto de enzarzarse en otra
pelea cuando oyeron ruido en la cocina. Algo extrañados se
dirigieron hacia allí y quedaron embobados apreciando la imagen que
tenían delante de sus ojos.
Allí estaba el castaño con un
delantal colocando varios platos sobre la mesa mientras sonreía y
tarareaba una canción sin ser consciente de que le estaban
observando.
-Tsunayoshi...-dijeron ambos al
mismo tiempo maravillados con esa dulce y tierna visión.
-Buenos días Hibari-san,
Mukuro.-dijo este con una gran sonrisa mientras se quitaba el
delantal y lo dejaba sobre la encimera.
-Bu-buenos...días...-dijeron
todavía atontados.
-¿Ya habéis acabado de
pelear?-preguntó algo divertido.-Podéis sentaros. El
desayuno ya está listo.-dijo el menor al ver que seguían
parados en la puerta.
Estos al escucharle se encaminaron
hacia la mesa y se sentaron cada uno a un lado, enfrente del otro,
pero sin dejar de mirar fijamente al castaño el cual se sentó en la
cabecera de la mesa.
-¿Pasa algo?- preguntó este al
ver que se le quedaron mirando.
Ellos no respondieron y sin más
comenzaron a desayunar. Al terminar los mayores seguían anonadados
mientras que el ojimiel recogía la mesa y limpiaba los platos.
-Eres...-comenzó el
peliazul.-...muy bueno cocinando.-terminó de decir una vez
había entrado en razón.
-Si...-estuvo de acuerdo el
moreno, cosa que le extrañó al castaño pero no dijo nada. Solo se
volteó a verles y les dedicó una sonrisa satisfecha por el
cumplido.
Estuvieron un rato más en silencio
hasta que el castaño terminó de limpiar y se volvió a sentar, no
sin antes darles a cada uno un taza de té.
-Y bien...¿ por qué estáis aquí?
Y ¿porqué os estabais peleando?- preguntó de lo más calmado
posible. La ducha y el cocinar le habían ayudado a relajarse
bastante.
-Kufufufu claro. Esto es para
ti.-dijo el ilusionista dándole una nota al castaño. Este la
tomó desconfiado y la leyó.
Dame-Tsuna.
Nosotros nos vamos.
Yo me llevo al idiota de Lambo
a Italia ya que
tengo trabajo que hacer.
Invité a mamma a
una segunda luna de miel con Iemitsu por
lo que no volverán
hasta la semana que viene.
Los demás también
están ocupados por lo que les pedí a Hibari y Mukuro
que te cuidaran
durante esta semana.
PD: No seas cobarde.
Atte: Reborn, el
mejor del mundo.
Durante
toda la lectura la cara del castaño fue cambiando. Al principio
estaba como si ya se lo esperara, después sonrió con alegría,
después bufó fastidiado, con el último comentario se ruborizó y
luego volvió a suspirar ante lo creído de su tutor.
Esas
reacciones se les hicieron un tanto divertidas a los mayores ya que
no sabían qué había escrito en ese papel, ya que el ex-arcobaleno
les amenazó con que no lo leyeran ya que no era de su incumbencia.
Aunque...
les dio curiosidad el saber por qué motivo se había ruborizado el
castaño.
-¿Y
bien?- preguntó el moreno haciendo que el ojimiel levantara la
vista del papel y les mirara confuso.
-¿Qué?-
preguntó este algo confundido.
-¿Qué
dice la carta?- preguntó ahora el peliazul para aclararle la
duda.
-¿Eh?¿No
lo sabéis?- preguntó extrañado.
-No.
El bebé solo dijo que viniera y no dijo nada más.-comentó el
prefecto mientras bebía del té que le había dado el castaño.
-A mi
también me dijo que viniera además de darme la nota para
ti.-confesó ahora el de ojos heterocromáticos.
-¿Entonces...
no sabíais que iba a venir el otro?- preguntó recordando la
pelea de esos dos.
-No
lo sabíamos.-respondió secamente el moreno
-Por
eso al vernos comenzamos a discutir.-aclaró el peliazul.
-Ya
veo...-dijo mientras se perdía en sus pensamientos.
-No
has respondido herbívoro.-dijo el ojinegro.
-¿Eh?
Ah... si es verdad. Reborn dijo que me cuidarais toda la
semana.-respondió algo nervioso.
-¿Solo
eso?- preguntó ya que por las anteriores reacciones del castaño
le tuvo que decir algo más.
-Si.-dijo
mientras les daba la nota.
El
primero en leerla fue el moreno y luego el peliazul. Los dos se
miraron ya que en esa nota no decía nada raro o comprometedor como
para haber conseguido que el castaño se ruborizara. Lo cual
significaba que ahí había algo escondido y de lo que ellos no
estaban enterados.
Después
de unos minutos de silencio el menor recordó algo por lo que miró
seriamente a sus dos “invitados” los cuales le miraron algo
confundidos.
-¿Pasa
algo?- preguntó el ilusionista.
-Pues
si... si os vais a quedar prometedme que no destrozaréis la casa
como habéis hecho con el salón.-dijo seriamente ya que conocía
a esos dos.
-Si...sobre
eso... siento lo que causamos. Nosotros lo arreglaremos.-respondió
el peliazul.
-No
valen las ilusiones Mukuro.- dijo anticipando lo que pensaba el
ilusionista.
-Está
bien. Lo haremos como se debe ¿verdad Ave-kun?-comentó este
mirando al moreno de reojo.
-Hmp.-
“dijo” este.
-Bien...
pues supongo que...- se calló abruptamente.
-¿Ahora
qué, herbívoro?- preguntó ante el mutismo del menor.
-Es...
es que... solo hay... u-una... habitación de
i-invitados...-respondió algo nervioso.
-¿Y?-
preguntó alzando una ceja el mayor.
-Pues
que... es la que utilizan los niños y... está muy
desordenada...-finalizó. “Entre otras cosas” pensó para sí
el castaño.
-Bueno
si es por eso...- comenzó a hablar el peliazul.-... el chico
pájaro puede utilizarla y yo dormiré contigo.-finalizó este
con una sonrisa maliciosa, y pervertida, pero de eso último no se
dio cuenta el castaño pero cierto moreno si, por lo que se enojó
bastante.
-De
eso nada cabeza de piña.-dijo secamente el moreno. El
ilusionista solo sonrió y empezaron un duelo de miradas retadoras
que dejaron al castaño algo confundido.
-Realmente
no os entiendo.-murmuró para sí el ojimiel mientras dejaba
salir un suspiro.
Al ver
que esos dos seguían mirándose intentando matarse con la mirada se
levantó y se encaminó hacia la puerta. Estaba a punto de salir
cuando los otros dos se pararon y giraron a verle.
-¿A
dónde vas?- preguntó el prefecto.
-Necesito
comprar algunas cosas.-dijo mientras cogía el monedero de un cajón
en un mueble de la entrada.
-Te
acompaño.-dijo Mukuro.
-No
hace falta.-respondió el castaño.
-Pues
claro que si.-dijo este mientras se acercaba peligrosamente al
castaño.- No vaya a ser que alguien intente acosarte.- le
dijo susurrando al oído cosa que hizo que el castaño se ruborizara
y asintiera. Ante este gesto el moreno frunció el ceño y se acercó
a los dos.
-Yo
también voy.-dijo como si nada mientras miraba retadoramente al
peliazul.
-Oya,
oya... Sería mejor si arreglaras el salón.-dijo el ilusionista.
-D-da
i-igual. Arreglaremos eso... m-más tarde ¿si?- dijo el castaño
al ver que empezarían a pelear otra vez.
El
moreno solo sonrió satisfecho mientras que el otro solo suspiraba
frustrado al ver que no podría estar a solas con el dulce castaño.
Sin más salió de la casa algo enfurruñado dejando a un confundido
Tsuna en la puerta.
-¿Dije
algo malo?-preguntó algo cohibido al moreno.
-No
te preocupes.-dijo mientras se acercaba al oído del menor.- Me
alegra que me dejaras ir.- le susurró para luego ir hacia el
peliazul que le miraba enfadado por la cercanía.
El
castaño solo se sonrojó y corrió a alcanzarlos para luego darse
cuenta de que ya habían empezado a pelear con la mirada otra vez,
aunque no les prestó mucha atención ya que empezó a recordar la
conversación que tuvo con su tutor, poco después de lo ocurrido
aquella semana.
*Flashback*
-¿Y
bien?- dijo el asesino apoyado en el marco de la puerta. El
castaño se sentó en la cama para mirarle y apartó la revista a un
lado, ya que hace poco que la estaba leyendo, y se revolvió un poco
el cabello algo nervioso.
-¿Y
bien qué?- preguntó él apartando la mirada de su tutor.
-Me
vas a decir por qué te enfadaste tanto.-dijo autoritariamente.
-Solo
fue cosa del momento.-respondió este sin mirarle.
-Si
ya. Y yo soy la persona más inocente y caritativa del mundo.-dijo
el moreno sarcásticamente.- ¿Por qué no admites que ya te has
dado cuenta de lo que sientes por ese par de idiotas?- preguntó
mientras se sentaba al lado del castaño que hasta ahora había
estado observando por la ventana.
-No
se de que hablas.-respondió algo nervioso mientras sus mejillas
adquirían un leve tono rojizo.
-Ese
sonrojo te delata.-dijo el mayor mirándole fijamente.
-Bueno
¿y qué si me gustan? ¿Vas a hacer alguno de tus estúpidos
planes?- preguntó mientras le miraba con expresión cansada en
el rostro.
El
asesino solo suspiró para luego sonreír.
-¿Y
si tengo algo planeado qué harías?- preguntó sin dejar de
mirarle.
-Mira...
no tengo ganas de discutir.-dijo de forma cansada.
El
asesino al verle suspiró y se puso más serio para hablar claramente
con su alumno.
-¿No
tienes pensado hablar con ellos?- preguntó seriamente.
-¿Para
qué? Hibari-san y Mukuro se odian por lo que no podría salir con
los dos. Tampoco podría elegir a uno de ellos por que me gustan por
igual y; por último, yo no les intereso y el declararme sería una
estupidez por mi parte además de que lo más probable es que dejaran
de ser mis guardianes y eso no lo voy a tolerar.- respondió de
igual forma para al finalizar soltar un suspiro de resignación.
-¿Y
quién te ha dicho que no les interesas?- preguntó el moreno
alzando una ceja.
-Por
que es obvio. ¿Quién se interesaría por alguien tan torpe como
yo?- preguntó como si su tutor le hubiera preguntado la tontería
más grande del mundo.
-Tsuna...
¿por qué crees que ellos siempre están peleando?- preguntó
intentando hacer entrar en razón a su adorado alumno, aunque eso no
lo dijera en voz alta ni lo demostrara le tenía mucho aprecio al
castaño.
-No
lo se. Simplemente se odian ¿no?- preguntó extrañado por la
pregunta mientras ladeaba la cabeza algo confundido.
-Sabes...
deja de ser tan cobarde. Yo creo que sí les interesas y si no haces
algo ellos sí que no lo harán. Después de todo ellos son más
estúpidos que tu en cuanto a sentimientos como estos se trata.-dijo
para luego acariciarle la cabeza a su alumno y salir por la puerta
dejándole algo aturdido y ruborizado por las acciones y palabras de
su tutor.
-Es...
la primera vez que... me habla de esta manera.-dijo el castaño
con una sonrisa en el rostro para luego tumbarse otra vez en la cama
y pensar en lo que le había dicho su tutor.
*Fin flashback*
Durante
las dos semanas siguientes no había podido dejar de pensar en lo que
dijo su tutor. Cada vez que veía al prefecto en la escuela no podía
dejar de ruborizarse y ponerse nervioso y, cuando veía al
ilusionista, el cual se había trasladado a Namimori al igual que
Chrome, se sentía igual.
Pensó
que ahora que eran vacaciones podría pensar más claramente en todo
ese asunto pero al ver a esos dos en su casa todos sus planes se
habían ido al caño.
Definitivamente
convivir con ellos esa semana sería difícil pero aún así... en
cierto modo se sentía feliz por poder pasar algo de tiempo junto a
ellos.
Ante
esos pensamientos no pudo evitar sonreír.
Sus dos
acompañantes hacía rato que habían dejado su pelea visual al ver
al castaño tan pensativo. Le vieron ruborizarse, poner un semblante
triste, suspirar y algunas acciones más pero... en esta ocasión lo
que les llamó la atención fue la hermosa sonrisa que se había
formado en el rostro del menor.
Poco
después llegaron a un distrito de compras en la ciudad. El castaño
fue de tienda en tienda comprando todo lo que necesitaría en esa
semana mientras que los mayores se habían ofrecido a llevar las
bolsas. Le pareció raro ya que no iba con sus personalidades pero
aún así accedió mientras les dedicaba una gran sonrisa.
Ya eran
las doce menos cuarto del mediodía y el castaño estaba un poco
cansado por lo que habían decidido volver a la residencia Sawada.
Ahora estaba el castaño esperando a los dos mayores en una cafetería
que había en el centro comercial ya que ellos habían insistido en
que tenían que comprar algo por lo que el se quedó esperándolos.
*Dentro de una de las tiendas*
-Eres
molesto.-dijo el moreno.
-Oya,
oya. No es mi culpa que tuviéramos la misma idea.-se burló el
peliazul.
Ahora
estaban dentro de una pastelería. Los dos sabían que al castaño le
gustaban los dulces, no tanto como al chico vaca o a esas dos chicas
que siempre estaban a su alrededor, pero le gustaban.
Por lo
que cuando pasaron por delante de ella se les vino a la mente
comprarle algo pero si lo hacían inmediatamente no sería ninguna
sorpresa por lo que esperaron a acabar de hacer todas las compras y
antes de irse pasar un momento.
Al darse
cuenta de que habían pensado lo mismo empezaron a discutir de nuevo
hasta que se pusieron de acuerdo en hacer una tregua, ya que tenían
que aprovechar el tiempo con su dulce conejito durante esa semana y,
si se la pasaban discutiendo con el otro no harían nada.
*Volviendo con el castaño*
Este
estaba sentado en una de las mesas con todas las bolsas de la compra
a un lado en el suelo.
Le había
parecido raro el que de repente le dijeran que tenían que comprar
algo aunque parecía que no se habían puesto de acuerdo para ello ya
que al decirle aquello se miraron, otra vez, como si quisieran
matarse.
El
castaño soltó un suspiro mientras miraba por la ventana del local a
la gente pasar y hacer sus compras. Estaba tan metido en sus
pensamientos que no se dio cuenta de que alguien se había sentado en
la silla en frente suyo.
De un
momento a otro giró para coger el baso con limonada que le había
traído antes uno de los camareros, que por cierto le guiñó un ojo,
y saltó de la impresión al ver a alguien sentado en frente.
-Por
fin te das cuenta de mi presencia.-dijo un pelirrojo de tez
pálida y ojos negros.
-Pe-pe-perdón.-se
disculpó el castaño nervioso y algo sonrojado.-
Esto...¿qui-quién...eres?- preguntó algo cohibido el
ojimiel.
-Soy
Ichimura Seiji.¿Y tú?-se presentó el chico mientras le sonreía
de lado.
-Sa-Sawada
Tsunayoshi.-dijo el castaño mientras agachaba la cabeza.
-Siento
haberte sorprendido pero te he estado observando desde hace un rato y
como parecías tan concentrado en algo me dio curiosidad.-se
excusó el ojinegro.
-Yo...solo
estaba pensando.-dijo el castaño mientras levantaba la mirada
para verle.
-Ya
veo.- entonces se percató de la cantidad de bolsas que había al
lado del castaño.- ¿No son muchas bolsas para que las lleves tu
solo?- preguntó curioso.
-¿Eh?
Ahh...en realidad estoy esperando a unos...esto...-se pensó un
poco qué responder ya que... no sabía si considerar a ese par como
sus amigos.-...bueno se puede decir que son amigos.-finalizó
con una tierna y dulce sonrisa.
-Mmmm...
¿y dónde están?- preguntó algo maravillado con la dulce
sonrisa de aquel chico.
-Pues...
dijeron que tenían que comprar algo por lo que me quedé aquí a
esperarles.-respondió con simpleza mientras se encogía de
hombros.
-Hmp.
Pues... ¿te gustaría tomar algo en lo que los esperas? Yo
invito.-dijo el pelirrojo con una sonrisa seductora, cosa que
hizo al castaño sonrojar.
-N-no...gra-gracias.
Ya pedí algo antes y... cuando llegue a casa tengo que hacer la
comida así que...-se excusó nerviosamente mientras agachaba la
cabeza y con las manos arrugaba el final de su camiseta intentando
tranquilizarse.
-Wow.
¿También sabes cocinar? Así que además de lindo eres bueno en las
tareas del hogar.-comentó sin quitar esa sonrisa. El castaño
levantó la cabeza algo sorprendido y con un sonrojo aún mayor al de
antes.
-Y-yo...no
soy lindo.-dijo avergonzado mientras ladeaba la cabeza hacia un
lado.
-He.
Pues yo creo que eres muy lindo además de por lo que he visto hasta
ahora...-dijo mientras se levantaba de su sitio y se acercaba al
castaño.-... muy dulce e ingenuo también.-finalizó
susurrándole al oído.
-Y-y-yo...
esto... gra-gracias.-dijo muy nervioso y sonrojado el ojimiel una
vez el chico se había apartado de su oído, aunque ahora lo tenía
muy cerca de su rostro mientras lo observaba fijamente.
-¿Te
gustaría... quedar conmigo algún día?- le preguntó el
pelirrojo al dulce castaño de forma muy seductora.
-Esto...
yo...- la mente del castaño estaba en blanco. Estaba muy
nervioso por culpa de las acciones y palabras de ese chico pero...
aún en ese momento no podía dejar de pensar en que, de cierta
manera, se parecía a la actitud de su guardián de la niebla, además
de que esos ojos y esa sonrisa... le recordaban a los de su guardián
de la nube.
Hasta en
momentos como ese no podía dejar de pensar en ellos y eso le ponía
todavía más nervioso.
El
pelirrojo al no recibir respuesta del castaño se acercó a él con
la clara intención de besarle ya que no había pasado por alto el
que ponía nervioso a ese lindo chico.
Estaba a
punto de rozar sus labios con los contrarios cuando alguien jaló al
castaño e hizo que se parara de su asiento sorprendiéndolos a
ambos.
Al
levantar la vista para gritarle cuatro cosas al idiota que se había
atrevido a interrumpirlos se le heló la sangre.
-Vámonos
Tsunayoshi.-dijo un moreno de ojos tan negros como la misma noche
aunque con un tono azul metálico en ellos. Era nada más y nada
menos que el temible prefecto de la secundaria Namimori, Hibari
Kyoya. Tendría que ser muy idiota como para no saber quién era.
La
mirada que le lanzó el prefecto le paralizó por completo, además
de que a su lado había otro chico que no conocía pero que le estaba
dando escalofríos. Esas miradas junto con esa aura le estaban
aterrando así que salió corriendo fuera del lugar tan rápido como
sus piernas le permitieron, huyendo de lo que posiblemente,no,
seguramente sería una muerte lenta y dolorosa.
Durante
ese tiempo el castaño todavía seguía estático en su sitio, en
shock y con la mente en blanco hasta que sintió que alguien le
apretaba el brazo demasiado fuerte.
-Du-duele...-se
quejó casi en un murmullo ya que todavía no se había situado del
todo en la situación en la que se encontraba ahora mismo.
El
moreno al oír la queja del menor aflojó bastante el agarre de su
brazo pero sin llegar a soltarle.
-¿Se
puede saber qué estabas haciendo, herbívoro?- preguntó más
que molesto el ojinegro.
-¿Eh?
Yo...-comenzó para luego mirarle de forma
interrogante.-...no...no lo sé.-dijo algo confundido mientras
miraba al moreno a su lado y al peliazul en el otro.
-¿Cómo
que no lo sabes?- preguntó/ gritó el ilusionista con una gran
vena en la frente producto de su gran enfado ante lo recién
acontecido.
-¡Hiii!-
gritó asustado el castaño mientras sus ojos se humedecían ante el
grito de su guardián.
Al ver
esa reacción los dos se calmaron un poco. El moreno soltó el brazo
del ojimiel, el cual se sentó en la silla como por acto reflejo
mientras agachaba la cabeza algo asustado, y se sentó en la silla de
su derecha mientras que el peliazul se sentaba en la de la izquierda.
-¿Qué
pasó?- preguntó ahora ya más tranquilo el ilusionista. El
castaño se dio cuenta que el tono de voz era más tranquilo y no
tenía ese deje de orden por lo que le miró tímidamente y se
dispuso a contarle lo que pasó.
-Bueno...
yo estaba... mirando por la ventana mientras... pe-pensaba en mis
cosas. Po-poco después... me di cuenta de que... a-alguien se había
sentado en frente. M-me sorprendí y esto... pues me puse algo
nervioso...-dijo con la cabeza gacha mirando hacia sus piernas y
bastante flojo, aunque los mayores podían escucharle perfectamente,
ya que cuando vieron llegar al prefecto todo el mundo se había
quedado en silencio.
Eso sí,
nadie lograba escuchar la voz del castaño que ahora lucía como un
niño pequeño al que estaban regañando por alguna travesura.
-¿Y
qué más?- preguntó ahora el moreno sin dejar de mirar
fijamente al castaño y todas sus acciones y reacciones. La verdad es
que se le hacía muy tierno ese comportamiento por parte del más
pequeño y, la verdad, es que no se podía enojar con él cuando se
comportaba así, al igual que el idiota que tenía delante.
-Pues...
se presentó y comenzamos a hablar. Des-después... solo se que se
acercó a mí diciendo que... que era lindo y... esto... no se que
más... Cu-cuando me di cuenta lo tenía muy cerca y e-eso... me puso
nervioso, lu-luego me pre-preguntó si... saldría con él y...
esto... yo no sabía qué responder. Mi mente se quedó en
blanco....Re-reaccioné cu-cuando Hibari-san... me apretó el
brazo.-finalizó el relato entre tartamudeos. Ahora solo esperaba
un golpe por parte de alguno de sus dos acompañantes.
Estos
solo suspiraron y se relajaron un poco para luego voltear a verle
otra vez.
-Está
bien...-dijo el moreno. Ante esas palabras el castaño levantó
la mirada para verle.
-No
fue tu culpa.-dijo ahora el peliazul mientras le sonreía al
menor.
Este
solo atinó a sonrojarse un poco y asentir.
-Vámonos.
Ya se hizo un poco tarde.-comentó el ilusionista mientra se
levantaba y cogía la mitad de las bolsas del suelo.
-Si.-dijo
secamente el moreno y hacía lo mismo que el otro.
El
castaño se levantó de su lugar y siguió a sus dos acompañantes
sin decir nada. Ya llevaban un buen rato de camino cuando el castaño
pareció recordar algo.
Se
acercó a los dos mayores, ya que él iba un poco por detrás de
ellos, y cogió de la manga de la camisa al moreno y tiró un par de
veces de ella para llamar la atención del mayor, el cual se volteó
al sentir el tímido contacto. El peliazul al ver que su “rival”
se detenía también lo hizo y los dos se quedaron mirando al
castaño, el cual tenía un ligero tinte rojo en sus mejillas y
miraba al suelo sin soltar al moreno.
-Esto...
se me olvidó preguntaros antes pero... ¿qué fue lo que
comprasteis? Es que... tardasteis bastante en regresar.-preguntó
algo cohibido ya que no quería que se enfadaran otra vez.
Los
mayores se sorprendieron un poco por la pregunta pero esbozaron una
sonrisa, algo pequeña por parte del moreno, y luego este se dispuso
a responder.
-Es...
un secreto.-dijo sin quitar esa leve sonrisa de su rostro.
El
castaño elevó la mirada e hizo un tierno y lindo puchero.
-Eso
no es justo.-se quejó. Esa acción hizo que tanto el moreno como
el peliazul tuvieran que contenerse para no llevárselo a un lugar
desierto y hacerle de todo, además de contener la hemorragia nasal
que estaban a punto de sufrir por culpa de ese inocente gesto.
-Luego
te lo enseñaremos.-dijo el peliazul mientra ladeaba la cabeza.
Definitivamente si mirara durante dos segundos más a ese chico que
era el protagonista de sus más eróticos y pervertidos sueños no
dudaría en hacer realidad cualquiera de ellos.
-¿De
verdad?- preguntó mientras les miraba.
-Si.-dijo
secamente el moreno que pensaba exactamente igual que el otro.
El
castaño asintió feliz y sin más los tres se encaminaron hacia la
casa del menor.
oooooOOOOoooooOOOOooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOooooo
El día
había pasado de lo más normal después de ese breve incidente en la
cafetería del centro comercial. El castaño al llegar a su casa se
fue directo a la cocina para preparar la comida mientra que los
mayores guardaron todo lo que habían comprado en sus respectivos
lugares para después irse a la sala de estar y repararla, ya que el
menor les había dicho que si no la tenían arreglada exactamente a
como estaba antes no les dejaría comer.
Una vez
finalizaron esa ardua tarea fueron a ducharse, se cambiaron y se
encaminaron hacia la cocina, donde ya se podía oler el dulce aroma
de la comida.
Sin más
comieron tranquilamente, al terminar el castaño recogió los platos
y los lavó, hizo un poco de té y lo sirvió.
Lo que
resta de tarde pasó bastante igual. Estuvieron los tres en el salón;
Mukuro, sentado en el suelo mirando la televisión; el moreno,
también sentado en el suelo, leyendo y haciendo papeleo de Nami-chuu
encima de la pequeña mesa del salón y; el castaño, estaba tumbado
en el sofá leyendo una revista con gran interés.
No
faltaron alguna que otra discusión por parte de los mayores pero
estas no eran tan agresivas cosa que le hacía algo de gracia al
castaño, ya que le recordaban un poco a las discusiones de Gokudera
y Ryohei.
Los
mayores al verlo reír dejaban de pelear para verle. Tampoco faltaron
las insinuaciones pervertidas del ilusionista hacia el castaño y,
aunque este solo se sonrojara y se pusiera nervioso, el moreno se
enojaba lo cual generaba una pelea.
Así
pasó la tarde y para cuando se dieron cuenta ya era la hora de la
cena. Cenaron igual que comieron, Hibari y Mukuro le dieron algunos
dulces a Tsuna el cual los recibió encantado con una sonrisa y un
leve rubor, para finalmente irse a dormir.
Al final
como ninguno de los dos quiso la habitación de invitados acabaron
durmiendo los tres en la habitación del menor, él en la cama y los
otros dos en un par de futones en el suelo.
oooooOOOOooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOooooo
Así
pasaron un par de días. Todo era “normal”, se comportaban como
el primer día que esos dos habían pasado allí. Las peleas, las
burlas, los comentarios pervertidos, los sonrojos y nervios del
castaño, etc.
Todo
seguía igual hasta la mañana del cuarto día, en otras palabras, el
Jueves.
oooooOOOOooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOooooo
El
castaño se despertó y notó que no podía moverse. Al abrir los
ojos del todo se dio cuenta del porqué.
Tenía a
Mukuro a su lado derecho apoyando su cabeza en su pecho mientras que
su brazo estaba también allí y; a Hibari, en el lado izquierdo con
la cabeza en el hueco entre el cuello y el hombro, junto con su brazo
rodeándole de la cintura.
Al darse
cuenta de eso le hizo ruborizarse y ponerse muy nervioso. No entendía
por qué demonios se comportaban así ese par. Aunque durante el
tiempo que había pasado con ellos no podía dejar de pensar en lo
que su tutor le había dicho hacía más de dos semanas, lo cual le
ponía aún más nervioso ya que no quería pensar en que quizás
ellos sintieran algo por él.
El pobre
ojimiel no sabía qué hacer. Si se movía y despertaba al moreno se
enfadaría ya que tiene muy mal despertar, si por contra el que se
despertaba era el peliazul haría cualquiera de sus insinuaciones
pervertidas. Por otro lado si no hacía nada cuando despertaran vete
a saber qué pasaría. Tan metido estaba en sus pensamientos que no
se dio cuenta de que dos pares de ojos le observaban detenidamente.
-¿En
qué piensas Tsunayoshi-kun?-preguntó el peliazul. El castaño
se sobresaltó ante la repentina pregunta por lo que solo atinó a
sonrojarse mientras bajaba la miraba al chico acomodado en su pecho.
-Solo
pensaba... en por qué me estabais usando como almohada.-respondió
intentado que sonara a reproche para mantener su nerviosismo a raya.
-Mmm...pues
parecía que pensabas en otra cosa.-comentó el moreno en su
oído, cosa que hizo que un escalofrío recorriera todo el cuerpo del
menor. Los mayores se dieron cuenta de esa reacción y no pudieron
evitar sonreír.
El
ilusionista se apoyó en su mano izquierda y se irguió para encarar
al menor el cual tenía un leve sonrojo en sus mejillas.
-¿Pasa
algo? Pareces nervioso.-le dijo con voz provocadora y muy sexy, o
al menos al parecer del castaño.
(Hime: y el mio.
Inner: ¡calla! No interrumpas que ibas muy bien. Hime:
Haaaiii....)
-N-no
es nada.-respondió aún más nervioso.
-¿En
serio?- volvió a preguntarle en un susurro al oído el moreno,
logrando otro estremecimiento por parte del castaño.
-Yo....-no
sabía qué responder por lo que como pudo se quitó a esos dos de
encima y salió corriendo en dirección al baño, lugar en el que se
encerró.
Se apoyó
en la puerta mientras se sentaba en el suelo. Con sus manos apoyadas
en sus rodillas se tapó la cara mientras ocultaba un enorme sonrojo.
-¿Q-qué...
a sido eso?- se preguntó mientras intentaba tranquilizarse.
*Mientras tanto en la habitación*
Los
mayores seguían en la cama, solo que ahora estaban sentados.
-Tsk.
Cuando quiere es muy rápido.-se quejó el moreno mientras se
rascaba la cabeza frustrado.
-Kufufuf.
Pero eso solo lo hace más divertido.-comentó el peliazul
mientras se levantaba para vestirse.
-Hmp.-el
moreno estuvo de acuerdo mientras procedía a hacer lo mismo que el
otro.
A los
diez minutos los mayores ya habían terminado de arreglarse. Bajaron
al salón a esperar al castaño y una vez sentado en el sofá fue
cuando encontraron un papel encima de la mesa.
Con algo
de curiosidad el peliazul lo tomó y procedió a leer el contenido de
este en voz alta.
Buenos días
idiotas.
Bueno, supongo que
ya os habréis acostumbrado a vivir con
Tsuna. Bien, os
quería decir que más
os vale que
aprovechéis esta oportunidad por que, ya habréis
comprobado lo
popular que es Tsuna, aunque
este no se de
cuenta.
Ese
comentario hizo que ambos jóvenes recordaran lo que pasó el primer
día en el centro comercial, cosa que les hizo enojar bastante. Sin
más siguieron leyendo.
Bueno, solo me queda
deciros que si no habláis claro con él
no os entenderá. Lo
se por experiencia.
Bien quiero que no
os paséis con él, o como mínimo, que se pueda
sentar sin quejarse.
PD: Cuando vuelva
espero que la casa siga en pié.
Atte: El mejor del
mundo, Reborn-sama.
Los
mayores solo pudieron sonreír maliciosamente ante lo escrito por el
ex-arcobaleno. Eso significaba que tenían carta blanca para hacer
con el castaño lo que quisieran.
Había
pasado media hora y el castaño seguía sin salir del baño lo cual
les preocupó un poco. Los dos se miraron y decidieron subir a ver si
le pasaba algo.
*Por otra parte en el baño*
El castaño se había metido en la bañera mientras pensaba en todo
lo sucedido con sus dos amores. Realmente no se quería hacer
ilusiones pero el comportamiento de esos dos le confundían tanto que
no sabía qué pensar.
Estuvo como unos quince minutos metido en sus pensamientos para
después salir de la bañera, taparse con una toalla la cintura y
quedarse mirando su reflejo en el espejo.
-Yo...¿realmente podría interesarles?- se preguntó a si
mismo.
Sin darse cuenta comenzó a llorar pensando que eso realmente era
imposible y que de seguro solo se portaban así para competir entre
ellos, después de todo no soportaban el que el otro les superara en
algo.
Se sentó en el suelo y escondió la cabeza entre sus piernas
mientras se desahogaba.
Los mayores ya estaban en frente de la puerta del baño cuando oyeron
algo al otro lado. Eso eran... ¿sollozos? Al escuchar a su niño
llorar no pudieron evitar sentirse mal por lo que entraron sin que el
menor se diera cuenta y lo que vieron realmente no les gustó nada.
Se acercaron a él con cuidado y se sentaron delante suyo.
-Tsunayoshi...-dijeron ambos a la vez. Este se tensó al
escuchar esas voces y levantó la mirada para observarles. Los
mayores al ver esos hermosos ojos miel empañados por las lágrimas
que todavía bajaban no aguantaron más y le abrazaron,
sorprendiéndole.
-...............-el castaño no sabía qué decir ni qué
hacer ante las acciones de sus dos guardianes por lo que solo se dejó
abrazar mientras se desahogaba.
Los mayores no le soltaron hasta que este dejó de llorar.
-¿Estás bien?- preguntó el peliazul una vez se habían
separado.
-Hai...-respondió este en apenas un susurro.
-Bien...-dijo ahora el moreno aunque no se creía del todo.
Los tres salieron del baño y llevaron al menor a su habitación,
hicieron que se sentara en la cama mientras que el peliazul buscaba
ropa para el menor y el moreno le secaba el cabello al castaño.
-Bien... ¿por qué llorabas?- preguntó el moreno sin dejar
de secarle el cabello.
-Yo....- murmuró algo que no se escuchó.
-Tsunayoshi-kun....si
no hablas más alto no te oímos.-dijo
el peliazul mientras suspiraba y se sentaba a su lado en la cama.
-Yo... no os entiendo.-dijo en un susurro pero esta vez si le
oyeron.
Los
mayores iban a preguntar pero entonces recordaron las palabras del
tutor del castaño “si
no habláis claro con él no os entenderá.”
Ahí entendieron a lo que se refería y solo pudieron suspirar ante
lo inocente de su niño.
-Tsunayoshi... ¿sabes por qué siempre nos peleamos?-
preguntó ahora el moreno agachándose delante de él para que le
viera a la cara.
El castaño levantó levemente la cabeza para mirarle a los ojos y
solo negó con la cabeza.
-Eso es por que...-comenzó el peliazul.
-Nos dimos cuenta de que...-siguió el moreno.
-Sentíamos lo mismo por ti.-finalizaron ambos a la vez.
-¿Lo mismo?-preguntó mirándoles inocentemente.
-Si. Los dos nos dimos cuentas de que el otro estaba enamorado de
ti.-dijo el peliazul mientras le acariciaba una mejilla haciendo
que se sonrojara levemente.
-¿En serio?-preguntó mientras se le aguaban los ojos otra
vez.
-Si.-dijo el ahora el moreno mientras le daba un tierno beso
en los labios.
-No te aproveches idiota.-se quejó el ilusionista.
-Hmp.
Sin más empezaron a discutir otra vez mientras que el castaño les
miraba con una sonrisa en el rostro. Después de un rato el ojimiel
comenzó a reír llamando la atención de los mayores que giraron a
verle.
-¿Ahora de qué te ríes?-preguntó el moreno.
-Es que... me pareció graciosa la pelea.-dijo para soltar una
leve risa. Los mayores volvieron a sentarse a su lado.
-Yo no le veo la gracia...-se quejó el peliazul. El castaño
tiró levemente de la manga de la camisa del peliazul haciendo que
este le mirara y, cuando bajó un poco la cabeza aprovechó para
darle un tierno y casto beso en los labios.
-¿Ahora mejor?-preguntó con una linda sonrisa en el rostro.
-Mucho mejor.-respondió el otro.
-Bien. Vamos a desayunar.-dijo
el moreno mientras se levantaba.
-Hai.-accedió el castaño, pero
recordó algo.- Esto...
-¿Si?-preguntaron ambos al
unísono.
-Yo...también os quiero.-dijo
mientras agachaba la cabeza y se ruborizaba.
Los mayores sonrieron y no dijeron
nada, solo esperaron a que el castaño terminara de vestirse.
Sin más los tres se fueron a la cocina a desayunar y pasaron lo que
resta de día tranquilamente.
Por la noche durmieron los tres juntos, eso sí, prometiéndole al
castaño que no intentarían nada, por mucho que les gustara hacerlo.
oooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOooooOOOOoooooOOOOoooooOOOOooooo
El fin de semana pasó bastante tranquilo y por fin era Lunes, el día
en que los mayores debían irse ya que la familia del castaño
volvería.
Lo que no esperaron fue que se despertarían con el grito dado por la
madre de Tsuna al descubrirlos durmiendo con su dulce hijo.
Cuando intentaron darle una excusa la mujer les abrazó diciendo que
no creía que su hijo hubiera encontrado tan buenos partidos y
aceptándolos casi de inmediato.
Por parte de su padre, este se encerró en su habitación mientras
lloraba diciendo que no quería que su hijo creciera tan rápido que
al paso que iban ya lo veía yéndose de casa.
Tsuna...bueno él solo atinó a sonrojarse tanto por el
comportamiento de su madre como el de su padre.
Y Reborn... solo asintió al ver la cara desconcertada de los dos
guardianes más fuertes al ver el comportamiento infantil del padre
de su uke y la felicidad de la madre que ya estaba pensando en los
planes de boda.
Eso les extrañó pero no dijeron nada, no querían quitarle la
ilusión a su suegra.
Simplemente pasaron la resta del día hablando con la mujer y con
Tsuna el cual estuvo todo el día bastante avergonzado.
-Y bien...¿ hasta dónde habéis llegado?- les preguntó en
un descanso a los dos chicos.
-Solo hemos dormido juntos...-dijo el peliazul.
-Y nos hemos besado.-completó el moreno dando un suspiro de
resignación.
-He. Tranquilos... Tsuna es demasiado inocente pero... para la
próxima os ayudaré con ello.-dijo el asesino con una sonrisa
maliciosa, la cual fue correspondida por los otros dos.
Un poco más lejos, en la cocina, se encontraba el castaño hablando
con su madre cuando de repente, un escalofrío le recorrió por toda
la espina dorsal.
El pobre no sabía la que le esperaba.
.......FIN.......
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