Can
I have something sweeter?
Han pasado dos meses desde que
Sebastian me dio aquel regalo de Navidad. Solo de recordarlo hace que
me ruborice en extremo. Ese idiota pervertido. Lo único realmente
bueno que saqué de todo aquello, no fue solo el regalo por supuesto,
sino que hablé seriamente con Lizzy y decidimos romper ese estúpido
compromiso que nos unía. Ahora solo hemos quedado como amigos aunque
creo que le va a costar superarlo del todo.
Ahora me encuentro en mi despacho. Hace
rato que he terminado todo el papeleo pendiente por lo que solo me
estoy limitando a beber té mientras miro por la ventana y pienso en
todo lo ocurrido. Mi plan original era darle un regalo de vuelta en
fin de año pero al final no pude puesto que la reina me dio una
nueva misión y a duras penas y llegamos para poder celebrarlo con
los demás.
Me había rendido hasta que, justamente
fue Lizzy, quién me recordó hace un par de días que pronto será
San Valentín. En un principio no le presté atención a aquello pero
después de que me sermoneara sobre que las parejas deben de celebrar
este día tan especial comencé a pensar seriamente en ello. Además
de que la rubia me amenazó con que le preguntaría a mi demonio si
le había dado algo especial ese día. Llevo un buen rato pensando en
qué debería de darle y además de que tengo que planear alguna
forma de conseguirlo, en caso de que sea algo comprado, sin que él
se entere. Rápidamente descarto esa idea. Sería imposible lograr ir
de compras y que él no se enterase de lo que compré puesto que
siempre revisa las cosas por si acaso hay algún problema.
Con un suspiro centro mi vista en el
enorme jardín de mi mansión observando como Finnian junto con Pluto
lo destrozan. Sigue sorprendiéndome que alguien con un cuerpo tan
pequeño tenga tanta fuerza. Estoy a punto de desviar la mirada
cuando un foco se me prende en la cabeza.
Sonrío malicioso al saber cómo hacer
para que Sebastian no sospeche nada de mi regalo. Suspiro para
disimular y con mi usual pose altiva y fría, me quito el parche del
ojo y llamo con voz clara a mi azabache demonio.
-¿Me llamó joven amo?-me
pregunta arrodillado en el suelo con su típica reverencia.
-Se me olvidó comentarte que mañana
iré a la casa de Lizzy.-le dije lo más neutral que pude aunque
sonreí contento por dentro al ver la leve mueca de molestia en tu
rostro en cuanto nombré el nombre de la pequeña rubia.
-¿Y eso? ¿Hay algo importante que
necesita hacer allá?-pero como todo buen orgulloso me
preguntaste sin dejar entrever la molestia en tu voz. A veces
realmente me sorprende que seas capaz de controlar tan bien tus
emociones. Supongo que el haber vivido tantos siglos te ha ayudado en
ello.
-Me pidió ayuda con algunas
cosas.-comenté sin más. Te me quedas mirando, analizándome,
hasta que al final vuelves a hablar.
-¿Eso es todo joven amo?-me
preguntaste sin creértelo del todo.
-Así es. Además tu no podrás
ir.-te digo lo cual ya si crea una mueca de molestia que pude
apreciar bien, puesto que no te molestaste en esconderla.
-¿Y podría saber porqué es
eso?-me cuestionas con enojo palpable. Yo se lo poco que te gusta
la idea de que vaya a estar a solas con la rubia pero es algo
necesario si quiero sorprenderte.
-Porqué hay algunas cosas que
necesito que hagas.-digo despreocupadamente, recostándome en el
cómodo sillón.
-¿Como qué?-preguntas sin
dejar de observarme como intentando ver mis dobles intenciones. Mala
suerte para ti que esta vez no esté dispuesto a dejar que lo
averigües.
-Pues.... necesito que compres
algunas cosas que luego te diré además de que deberás de arreglar
el jardín que esos dos acaban de destrozar, tendrás que ir a esa
reunión con los viejos pesados puesto que a mi no quieren
escucharme, luego habrás de revisar las instalaciones de la fábrica
ya que como tú dices, soy demasiado pequeño como para ir allí, a
continuación de eso....-seguí con una larga lista de cosas y
cada vez que añadía algo pude vez como tu furia aumentaba.-.....
y por último deberás de arreglar la cocina.-finalicé después
de unos tres cuartos de hora hablando.
-¿Y a la cocina qué se supone que
le pasa?-me cuestionas encabronado del todo después de toda la
lista de tareas que te he recitado. Yo solo sonreí divertido para
que pocos segundos después se oyese una gran explosión y, adivinen
dónde fue, si fue exactamente en la cocina.
-¿Decías?-te pregunté con
sorna.
-Estoy empezando a pensar que lo que
quiere es deshacerse de mi bocchan.-me dices con enfado.
-Un poco si.-comentó con gracia
lo cual hizo que una vena creciese en tu frente.-Estoy bromeando,
estoy bromeando.-digo antes de que realmente te de por intentar matar
a alguien con tal de desquitarte. Tus ojos se han tornado
completamente rojos sangre y eso solo me hace suspirar. Me levanto de
la cómoda silla y me acerco hasta ti. Sin miramiento alguno me alzo
de puntillas y te beso al tiempo en que paso ambos brazos alrededor
de tu pálido cuello. Fue un beso casto y rápido pero después no me
separo de ti.- Realmente necesito que hagas todo lo que te dije
antes.-te digo mientras te miro fijamente a los ojos.
Tu solo suspiras molesto y pasas tus
brazos por mi cintura acercándome más a ti.
-Pues pareciera que está intentando
alejarme para estar a solas con esa mocosa rubia.-dices con odio
hacia la pobre Lizzy, que en este caso no se lo merece puesto que
solo me está ayudando.
-No es eso. Lo que pasa es que eres
en quién más confío para que realices todo en un solo día. Yo
solo estaré por la mañana en su casa por lo que si terminas rápido
podrás irme a buscar. Así que cuanto menos tardes tú menos tiempo
estaré yo allí.-te digo para tranquilizarte. Sé que con eso
tendré menos tiempo para hacer todo lo que necesito pero se que si
no lo decía probablemente me hubiese costado demasiado el
convencerte.
-De acuerdo. Entonces tenga por
seguro que para antes de la hora de comer estaré allí.-me dices
con presunción. Demonio orgulloso. Yo solo río y te vuelvo a dar un
suave beso para esta vez si separarme de ti.
-Ahora hazme algo de comer que tengo
hambre.-te ordeno a lo cual tu sonríes y haciendo una reverencia
te marchas hacia la cocina a por lo que te pedí.
Suspiro aliviado una vez se que ya no
te encuentras cerca. Aprovecho para llamar a Lizzy y decirle que
mañana iré a su casa. Ella no pregunta sabiendo que ya se lo
contaré por lo que rápidamente accede y cuelga. Sin más me vuelvo
a sentar detrás del escritorio y espero a que aparezcas con mi
pedido. Solo espero que realmente funcione todo lo que planeé puesto
que mañana es el único día que puedo hacerlo. Ya que mañana....
es San Valentín.
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Camino enojado hacia la
cocina. Bueno ahora estoy menos enfadado que antes puesto que cuando
el joven amo me dijo que se iría a ver a esa mocosa precisamente
mañana me enojó. Supuse que el día de San Valentín lo pasaría
conmigo pero de repente me dice que irá a la casa de la niña
malcriada. Según me dijo por que ella necesita ayuda con algunas
cosas pero yo eso no me lo creo. Sé que sigue enamorada de él por
mucho que haya accedido a romper el compromiso y eso me pone muy
celoso puesto que cuando lo ven con ella es algo muy lindo y hacen
muy buena pareja pero nunca dirán eso de nosotros.
Además realmente parecía
que intentase librarse de mi pero decidiré confiar en él puesto que
me dijo que no importaba si llego temprano a buscarle. Tal vez eso
significa que realmente no es tan importante lo que tiene que hacer
con esa mocosa.
Algo más relajado llego a
la cocina dispuesto a prepararle la cena a bocchan pero lo que veo
hace que un tic en mi ceja derecha aparezca. Suspiro al comprender
que la cocina la tendré que arreglar hoy mismo si es que no
queremos tener todo el primer piso inundado de agua. Pero creo que
primero iré a darle una buena paliza al idiota del rubio que le hizo
esto a la estancia. Me vendría bien para deshacerme un poco de todo
este enojo que llevo. Sonrío con malicia y emprendo mi caminata
hacia la habitación de cierto ex-militar estúpido. Solo espero que
el joven amo no se moleste si tardo un poco de más en traerle lo que
pidió.
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Ya era de día otra vez por
lo que el pequeño peliazul se encontraba siendo vestido por su
mayordomo para así dirigirse a la casa de la rubia. El menor miraba
con notable diversión a su demonio el cual no dejaba de refunfuñar
cosas contra la pobre chica.
-Ya te dije que solo será
durante la mañana.-le recordó con voz divertida.
-Hmp. Siempre puede ir
otro día pero ¿porqué precisamente hoy?-le preguntó alzando
la mirada a la vez que se levantaba, puesto que había terminado de
arreglar al menor.
-Simplemente es algo que
me pidió. Además....¿sucede algo importante hoy?-le preguntó
haciéndose el desentendido.
-¿Realmente no lo
sabe?-respondió con otra cuestión a la vez que fruncía el
ceño.
-Mira no tengo tiempo
para tus preguntas sin sentido. No quiero llegar tarde así que date
prisa.-le cortó mientras comenzaba a caminar hacia la salida.
-Yes, my lord.-respondió
para luego seguirle a desgana.
Durante todo el trayecto
estuvieron envueltos en un espeso y tenso silencio lo cual estaba
molestando cada vez más al menor.
-Sebastian...-le
llamó.
-Dígame.-dijo
secamente.
-Ya te dije que solo
estaré durante un rato. No tienes porqué molestarte tanto.-le
dijo pero sin voltear a verle.
-Yo no estoy
molesto.-respondió claramente molesto.
-Si tú no estás molesto
yo soy un ángel.-le dijo con sorna.
-Simplemente no entiendo
qué puede ser tan importante como para que tenga que hacerlo
precisamente hoy.-refunfuño como niño pequeño. Aquello le
estaba gustando al peliazul puesto que estaba viendo una faceta de su
pareja nunca antes vista.
-Además no estaré solo.
Tanaka se quedará conmigo.-dijo ignorando lo antes comentado por
parte del mayor.
-Eso no me lo había
dicho, joven amo.-le recriminó mirándole a los ojos.
-Se me debió de
olvidar.-comentó encogiéndose de hombros.
-Últimamente está muy
olvidadizo.-se quejó en un refunfuño.
-Mmm.... puede
ser.-finalizó la conversación.
Poco después llegaron a la
mansión de la rubia y sin darle tiempo a decir nada al pelinegro, el
peliazul ya había entrado junto con el mayordomo más anciano.
Murmuró algunos improperios
y seguidamente se marchó de allí. Si quería llevarse a su pareja
lejos de la pequeña niña debía de terminar rápido con todas las
tareas que este le había encomendado.
Por otra parte el ojiazul
suspiró desde la ventana una vez observó el carruaje con el mayor
dentro alejarse. Volteó y le sonrió a la rubia que se encontraba a
su lado.
-¿Ahora me vas a decir
por qué viniste?-le preguntó ella.
-Necesitaba un sitio para
prepararle el regalo. En la mansión es imposible hacer algo a
escondidas suyas.-le dijo brevemente.
-¿Entonces realmente
decidiste darle un regalo hoy?-le preguntó otra vez ilusionada.
-Pues.... si.-le
respondió algo avergonzado.
-¡Qué lindo! Entonces
tenemos que prepararlo todo rápidamente.-gritó ilusionada
mientras arrastraba al chico hacia la cocina del lugar. La joven
rubia echó de allí a todas las sirvientas y se quejó a solas con
el peliazul y Tanaka-san.
-¿Qué tenías
pensado?-le preguntó ella una vez quedaron solo los tres en la
estancia.
-Pues... algo que sea
sencillo. Tengo poco tiempo y nunca he echo esto antes.-dijo
después de pensar un rato.
-Bueno.... en ese caso
podemos hacer algunas galletas. Son bastante fáciles de hacer y en
dos horas estarán echas.-propuso la rubia mientras le sonreía.
El ojiazul miró hacia el
reloj colgado en la pared y asintió a la vez que volvía su vista
hacia la única mujer presente.
-Entonces está decidido.
¡Comencemos!-gritó animada.
Así empezaron a sacar los
ingredientes y los utensilios que necesitarían. Una vez echo aquello
procedieron a hacer la mezcla. Pusieron en un vol grande la harina,
la levadura, el azúcar, la mantequilla, un par de huevos y algo de
azúcar avainillado. A continuación procedieron a mezclarlo todo y
amasarlo para que quedase una masa uniforme. Una vez terminaron la
envolvieron en film transparente y lo dejaron reposar en el
refrigerador.
Todo aquello fue observado
por el anciano que tranquilamente bebía té sentado al estilo
japonés en un rincón del lugar, para no molestar a los jóvenes.
Desde fuera algunas
sirvientas escuchaban a través de la puerta bastante ruido. De tanto
en tanto era de cosas cayéndose junto a un grito de la menor o de
otras, era la misma rubia que hablaba contenta y feliz con el joven
conde. Sonrieron contentas al pensar que aquellos dos seguro
terminarían juntos y que lo del rompimiento del compromiso solo era
para que pudieran tener una pedida de mano como se debía. Con aquel
pensamiento sonrieron ilusionadas y se alejaron del lugar para darles
mayor intimidad, aunque les dejaron una pequeña ayuda.
Por otro lado, dentro de la
estancia estaban los menores hablando tranquilamente pero, al
contrario de lo que pensaban las doncellas, estaban conversando sobre
la relación entre el conde y su mayordomo.
-¿Cómo fue que empezasteis
a salir?-preguntó una ilusionada rubia.
-Bueno... simplemente las
cosas se dieron.-respondió vagamente el peliazul a la vez que
sus pálidas mejillas se tornaban de un ligero tono carmín.
-Perooo.... dime con más
detalles.-le suplicó haciendo pucheros. Al ver aquello solo pudo
suspirar derrotado lo cual hizo sonreír a la chica.
-Me dio un ataque de asma
y Sebastian estuvo cuidándome durante todo el día. Como era la
primera vez que él veía que me pasaba algo como aquello se preocupó
bastante y.... de alguna forma aquello me gustó. Después de ese día
comencé a verle de otra forma.... supongo.-explicó avergonzado.
-¿Sebastian-san no sabía
que sufrías de asma?-le preguntó sorprendida y solo recibió
como respuesta un movimiento negativo con la cabeza.
-La última vez fue antes
de conocerlo por lo que no lo sabía.-decidió aclararle al ver
que seguía mirándole confusa.
-Ya veo.... ¿y qué pasó
después de aquello?-le volvió a cuestionar.
-Yo no entendía por qué
era que comenzaba a prestar más atención a lo que él hacía así
que decidí investigar. Fue a la biblioteca de la mansión para leer
algunos libros sobre el tema pero...-calló al tiempo en que su
cara se tornaba rojo semáforo.
-¿Pero?-le preguntó
para instarle a seguir.
-Ninguno me aclaró nada
así que... cogí un par de libros para adultos...-siguió en un
susurro. Al oír aquello la rubia se sonrojó pero siguió
escuchándole atentamente.- Sebastian me descubrió con uno de
ellos una noche y.... después de burlarse un rato se ofreció a
enseñarme...
-¿Y fue entonces que
comenzasteis?-le interrumpió la rubia.
-No. Yo rechacé la
oferta porque me había enojado que lo tomase tan a la ligera. Estuve
una semana sin hablarle hasta que vino a mi habitación y me exigió
que le dijese porqué de mi actitud. Después de discutir durante un
buen rato..... de alguna forma terminamos en la cama y.... pues pasó
lo que pasó.-le explicó mirando hacia otro lado, con voz en
casi un susurro y el rostro completamente caliente.
-¡Qué lindo!-gritó
ella mientras le miraba con los ojos en forma de corazón.
-Será mejor que
continuemos.-comentó el conde a la vez que se acercaba al
refrigerador para sacar la masa de galletas.
Siguieron con lo de amasar y
hacer las figuritas en forma de corazón y una vez terminaron las
colocaron sobre un par de bandejas y las metieron en el horno,
previamente calentado evidentemente.
Mientras esperaban los nueve
minutos que tardarían en hacerse, la rubia aprovecharó para limpiar
la cocina mientras el peliazul derretía algo de chocolate. Una vez
fue tiempo, sacaron las galletas del horno y comenzaron a decorarlas.
Finalmente pusieron las que quedaron mejor en una bolsita
transparente y la cerraron atándola con un lado rojo.
-Parece que por fin
terminamos.-comentó el ojiazul bastante cansado.
-Si... pero ha sido muy
divertido.-dijo ella contenta.
-Sebastian debe estar a
punto de llegar.-murmuró para sí el conde al posar su vista en
la hora marcada por el reloj.
-Bien... pues salgamos de
aquí para que no sospeche nada.-habló la rubia.
Se acercaron a la puerta
pero al intentar abrirla esta no cedía.
-¿Qué está
pasando?-preguntó en voz alta la chica.
-La puerta no se
abre.-dijo enfadado el menor.
-¿Tanaka-san puede
intentarlo usted?-le preguntó la rubia pero este solo siguió
con su té. El ojiazul suspiró y volvió a sentarse.
-Solo nos queda esperar a
que alguien nos abra.-dijo cansado y algo molesto.
-Pero se supone que
deberíamos de estar en alguna otra parte de la casa. Si
Sebastian-san nos ve aquí de seguro que sospechará.-habló con
voz preocupada la rubia.
-No nos queda de
otra.-dijo en un suspiro. Ella simplemente se sentó en otra
silla a esperar.
En la entrada de la mansión
ya se encontraba el azabache llamando a la puerta. Había terminado
todos los recados en tan solo tres horas por lo que estaba dispuesto
a llevarse de allí al menor incluso si este no ha terminado lo que
había ido a hacer allí. Llamó varias veces pero nadie le abría y
aquello le estaba enojando por que escuchaba murmurar a las
sirvientas desde detrás del robusto objeto de madera. Cansado de
esperar se colocó en posición y derribó el mencionado objeto que
cayó con un ruido sordo al suelo. Las féminas gritaron sorprendidas
pero el azabache solo les miró enojado.
-Me disculpo por lo de la
puerta.-habló con educación al tiempo que hacía una leve
reverencia.- Vengo a por el joven amo.-les dijo sin dejar de
sonreír, aunque por dentro solo tenía ganas de matar a alguien
puesto que sabía que aquellas jóvenes estaban planeando algo.
-L-lo siento
pe-pero....-comenzó a hablar en tartamudeos una.
-E-el joven
Phantomhive.... se encuentra fuera con la joven Elizabeth.-terminó
otra con nerviosismo.
-Mmm... ya veo. ¿Entonces
puedo esperar aquí?-les volvió a cuestionar de forma
respetuosa.
-Bu-bueno
verá....-comenzó una joven castaña.
-Es que nosotras tenemos
el día libre y pues....-siguió una rubia.
-No podemos dejar que
nadie ajeno al personal se quede.-terminó de decir una morena.
El azabache bufó exasperado
y con paso rápido entró en la mansión y se dirigió hacia el lugar
en el que sabía que su joven pactante se encontraba. Una vez las
muchachas reaccionaron le siguieron con rapidez a la vez que le
gritaban que esperase.
Sin prestarles la más
mínima atención llegó al lugar indicado y paró observando con
molestia como la puerta estaba cerrada por fuera con una llave.
Enojado hizo lo mismo que con la principal: la derribó de una
patada.
Entró como si nada en la
estancia y buscó a su joven pareja entre todo el polvo que había
creado la puesta al romperse.
-Podrías haber tenido
más cuidado.-se quejó el menor mirándole con los brazos
cruzados, ya que casi le da el objeto en la cabeza.
-Me disculpo pero al
parecer estaba cerrada con llave y no tuve más opción.-le dijo
al tiempo en que hacía una leve reverencia. Observó en dirección
al anciano el cual solo le asintió entendiendo la pregunta en sus
ojos.
-Como sea.-suspiró
cansado también al notar la expresión el los ojos ajenos. Sonrió
de lado y alzó los brazos en señal de que lo alzase. El mayor
entendió la petición e lo alzó en sus brazos.
-Gracias Lizzy. Nosotros
ya nos vamos.-se dirigió a la joven que seguía sentada sobre la
silla y les miraba con una sonrisa.
-A sido un
placer.-respondió y vio como desaparecían por la puerta. Sonrió
divertida al ver que el peliazul había olvidado la pequeña bolsa
con su regalo encima la encimera. Lo cogió y se lo entregó a
Tanaka-san para que se lo diese al llegar al carruaje.
-A vosotras más os vale
arreglar esto.-les dijo enojada a sus criadas las cuales
corrieron a ordenar y limpiar todo el lugar.
De vuelta en el carro donde
se encontraban mayordomo y conde, el primero miraba molesto por la
ventana al tiempo en que murmuraba improperios hacia la rubia.
-Sabía que esa mocosa
intentaría algo.-dijo entre dientes.
-Tanaka estuvo con
nosotros y es testigo de que ella no intentó nada conmigo.-le
dijo divertido el menor.
-Hmp. ¿Entonces qué
hacían ambos encerrados en la cocina?-le preguntó mirándole
con un enojo palpable.
-Eso es un secreto.-le
respondió sin quitar el tono divertido pero al ver que el mayor se
tensaba suspiró rendido. Sabía que si seguía sin darle una
respuesta clara las consecuencias serían bastante malas, para su
trasero obviamente.
-Estábamos haciendo esto
idiota.-le dijo a la vez que le arrojaba la pequeña bolsa con
dulces.
-¿Eh? Esto es...-murmuró
sorprendido y confundido el mayor al observar el objeto en sus manos.
-Son tu regalo de San
Valentín idiota.-le dijo divertido por la cara de estupefacción
que mostraba el azabache en aquel instante.
-¿Regalo de San
Valentín?-preguntó todavía sorprendido.
-Pues claro. ¿O caso no
lo quieres?-le preguntó aún más divertido. El ojinegro miró
la bolsita y al menor repetidamente y una sonrisa cruzó todo su
rostro.
-Pensé que no sabía qué
día es hoy.-dijo contento y aliviado a la vez que miraba con
cariño al menor.
-Idiota... pues claro que
lo sabía. Lizzy ha estado toda la semana preguntándome qué te
regalaría.-replicó entre enojado y divertido.
-Mmm.... así que esto se
lo debo a ella...-murmuró para sí.
-¿Dijiste algo?-le
preguntó el menor mirándole con duda.
-Solo que estoy muy feliz
de recibir algo por parte del joven amo en este día tan
señalado.-respondió mientras se sentaba al lado del joven
conde.
-No es para
tanto...-susurró avergonzado el ojiazul.
-Pero....
-¿Pero?-le miró
extrañado.
-¿Puedo tener algo aún
más dulce que estas galletas?-le preguntó en un susurro al
oído.
-¿Co-como qué?-preguntó
nervioso el peliazul a la vez que sentía una mordida en el lóbulo
derecho.
-Como usted.-dijo y
sin más cazó los labios ajenos impidiendo que el contrario
respondiera.
-Pervertido...-susurró
el menor una vez separaron sus bocas y como respuesta solo recibió
una sonrisa lujuriosa y otro beso apasionado, el cual vino seguido de
muchos otros junto con algo aún más sensual, caliente y placentero.
......FIN......