...sobre ti
Si supieses que hay ocasiones en las
que lloro por no poder estar a tu lado. Por que hay días que solo me
levanto porque se que te veré. Se que tu ni siquiera te percatarás
de mi presencia, pero si lo haces solo será para amenazarme y
decirme que tus planes futuros para conmigo siguen siendo los mismos,
que me odias a mi y todo lo que represento y se que solo soy una
herramienta para ti.
Quizás sea algo banal y,
probablemente, solo me hago daño a mí mismo, pero ya formas parte
de mi y eso es algo que ya no puedo cambiar. Mi vida se ha vuelto una
rutina, pero estoy asustado de cambiarla.
Hay veces que no entiendo cómo fue que
me fijé en ti de esta forma. Al principio sentí molestia, pero
sobretodo miedo cuando estabas cerca, después tu presencia me
incomodaba para luego pasar a ser preocupación dirigida hacia tu
persona. Al final, de alguna u otra forma, esa preocupación terminó
conmigo yendo a verte todos los días y no podía estar tranquilo
sino hacía aquella visita. Aquello se volvió no solo una rutina
sino una autosugestión por mi parte donde me aseguraba tranquilidad
a mi mismo.
Cuando saliste de aquél lugar no pude
dormir durante casi una semana. Mi mente se encontraba completamente
llena de tu persona. Sabía que solo lograría calmarme si iba a
verte, pero el miedo a que me rechazases estaba presente y mi poco
valor tampoco ayudaba precisamente. Así seguí día tras día y
semana tras semana. Mis ansias y necesidad por verte solo
incrementaban hasta que, no sabría decir si fue casualidad o
destino, pero me encontré contigo.
Recuerdo todas y cada una de las
sensaciones que me produjiste: sorpresa, confusión, emoción,
incertidumbre, pero sobre todo, la más intensa fue tranquilidad.
Tu también pareciste sorprendido de
verme, pero rápidamente cambiaste tu expresión por una de absoluta
molestia. Me preguntaste la razón de estar allí, donde sentí como
una daga se clavaba en mi pecho ante su voz fría. Mi respuesta fue
simple: solo pasaba por allí, pero tu no pareciste creerlo. Sabía
que no era la persona que esperabas y lo confirmé cuando oí a
alguien gritar tu nombre. No sabría describir como me sentí en
aquel momento, al igual que todo lo que sucedió lo vi como si pasase
a cámara lenta. Cuando vi que esa chica te abrazaba sonriendo
mientra que tú correspondías fue como si me hubiesen golpeado de
repente; como soñar que caes por un precipicio y despertar de
repente. Yo ya sabía que nunca tendría oportunidad contigo y al ver
aquello me dejó con una mezcla de sorpresa y dolor dentro de mi ser.
Me quedé allí paralizado y por un
momento deseé que ella desapareciese, pero pronto comprendí que si
tu eras feliz yo también lo sería. Tal vez todos tienen razón y
soy demasiado bondadoso y generoso con los demás. Sabiendo que no me
prestabas atención, comencé a caminar hacia la salida de aquel
parque, alejándome completamente de ti.
Al parecer mi corazón roto ya casi no
lo pudo soportar y me encontré aguantando desesperadamente las ganas
de llorar. Evitando que caigan las lágrimas que luchaban por salir.
Respiré para tranquilizarme, parando a la vez que alzaba la vista
hacia el cielo, levemente nublado. No había llegado muy lejos por lo
que pude oíros hablar.
Giré levemente y pude decir por su
rostro que ella estaba realmente enamorada de ti. Sonreí y supe que
mi expresión debió de mostrar todos los sentimientos de tristeza y
soledad que en ese mismo momento sentí.
Justo en ese momento nuestra miradas se
cruzaron y pareciste sorprendido por mi expresión. Yo volví a mirar
al cielo y con decisión comencé a caminar lejos de allí.
Las ganas de llorar al parecer cesaron
y solo me quedé con un enorme sentimiento de soledad junto a un gran
vacío en el pecho. Caminé a paso tranquilo metido en mis
pensamientos y para cuando me percaté ya estaba delante la puerta de
mi casa, empapado de pies a cabeza. No me había percatado de que
había comenzado a llover.
Lo siguiente que pasó fue muy rápido.
Entré a casa y subí a mi habitación sin decir nada. Una vez allí
me dejé caer pesadamente sobre la cama, importándome poco que esta
se mojase. Seguidamente sentí mis mejillas humedecerse y sabía que
estaba llorando silenciosamente. No se cómo, pero terminé
quedándome dormido sin ni siquiera cambiarme la ropa.
Para cuando desperté ya era de mañana
y los rayos de solo no dejaban de molestar. Algo molesto por
despertar me incorporé notando que llevaba puesto mi pijama. Aquello
me sorprendió, pero cuando estaba por levantarme algo cayó de mi
frente. Yo me quedé un buen rato observando aquel objeto
completamente extrañado hasta que oí la puerta abrirse.
Por ella apareció mi madre con una
bandeja enorme con comida. Al ver mi expresión me contó que al
subir a verme y avisarme que cenase me encontró sudando y con
fiebre. Después de una gran reprimenda por salir sin abrigo y no
cambiarme de ropa me obligó a quedarme en la cama por todo el día.
Noté su preocupación y solo asentí, viendo como ella salía del
cuarto más relajada.
Después de desayunar y notar lo mal
que me encontraba, no solo física sino emocionalmente también,
observé una pequeña libreta sobre mi escritorio. Ahí es cuando
cruzó una idea por mi mente, una bastante estúpida seguramente,
pero que me ayudaría a desahogarme. Así es como comencé con este
relato que por fin a llegado a su fin.
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El aire agitó e hizo voltear las hojas
de una libreta que un joven estaba leyendo. Su mirada permanecían
sorprendida mientras observaba el objeto en sus manos de forma fija.
Inevitablemente viró su atención al cuerpo que dormía plácidamente
sobre la cama de la estancia, en frente suyo. Seguidamente salió del
lugar, todavía sintiéndose aturdido.
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El pequeño cuerpo del castaño se
removió ante el contacto de una cálida mano sobre su mejilla. Abrió
los ojos con una lentitud pasmosa y observó los ojos de su pareja,
que le miraban con dulzura y sonreía con cariño.
-¿Mukuro?-preguntó todavía medio
adormecido. Por respuesta solo recibió un tierno y casto beso en los
labios, a la vez que sentía la cama hundirse, puesto que el peliazul
se sentó sobre ella. Una vez se separaron el ojimiel le miró con
confusión, pero al ver el objeto que el otro tenía en las manos no
pudo evitar soltar una leve risita divertida.
-¿Has vuelto a leer eso?-le preguntó
con diversión, pero en sus ojos se notaba un brillo de ternura y
cariño.
-No puedo evitarlo. Esto fue lo que me
permitió darme cuenta de tus sentimiento por mi, pero sobretodo, de
los míos por ti. Así que no importa cuanto tiempo pase, es lo más
valioso para mí.-le respondió en un susurro al oído, a la vez que
le abrazaba y le acariciaba la larga cabellera castaña.
-¿Más importante que yo?-cuestionó
en un leve susurro, a la vez que apoyaba la cabeza sobre el pecho
ajeno.
-Hmp. No... tú eres mi razón de
vivir, Tsunayoshi. Nada puede compararse a ti, ni mucho menos
superarte.-le dijo de forma dulce al oído, para después oler el
aroma que desprendía el suave y castaño cabello ajeno.
El joven de 25 años se sonrojó de
sobremanera por aquellas palabras. No importaba cuantas veces las
dijese, las dulces palabras de amor que le susurraba su pareja
siempre tendrían el mismo efecto en él. Sin importar el tiempo que
transcurriese.
-Idiota.-susurró avergonzado, pero
abrazó con más fuerza el cuerpo ajeno. Sintiendo la calidez que
este le transmitía. A continuación le miró a los ojos, sonrió con
dulzura y cariño, desprendiendo por todos y cada uno de los poros de
su cuerpo el amor que siente por el mayor, para finalmente besarle.
Las páginas de aquella vieja libreta,
ahora ignorada por los dos amantes sobre la cama, volvieron a pasar a
causa de la leve brisa que entraba por la ventana, de la misma forma
en que lo hicieron 10 años atrás cuando toda su historia comenzó,
y paró en la última de ellas, donde solo habían tres palabras.
Seguramente, las más importantes de todo el texto: “Te amo
Mukuro.”
FIN