Navidades
con mi demonio
Él siempre había odiado las
Navidades. A su parecer no era más que una fecha consumista que se
basaba básicamente en comprar. Es verdad que aquello era muy bueno
para su empresa, la compañía más grande de juguetes del país,
pero aún así era una fecha que realmente le desagradaba. En cambio
a sus sirvientes parecía encantarles y aquello le molestaba más
puesto que no dejaban de insistirle en que debían celebrarlo como se
debe.
Incluso su mayordomo, el demonio con el
cual había hecho un contrato y ahora era dueño de su alma, estaba a
favor de celebrar aquella fiesta. ¿Pero no se supone que los
demonios no debían de celebrar el nacimiento del hijo de Dios? Pues
no. Al parecer el estúpido demonio que tenía como mayordomo adoraba
aquella festividad. ¿Qué demonios tenía en la cabeza? Se
preguntaba un peliazul con ojos zafiro pero uno de ellos era tapado
por un parche negro. Iba pulcramente vestido y se encaminaba enfadado
hacia su despacho.
Detrás suyo le seguía con una gran
sonrisa un azabache de ojos negros que llevaba su habitual atuendo de
mayordomo. El menor, de apenas 13 años, apresuró el paso por lo
cual su acompañante hizo lo mismo. Cansado, el peliazul se giró
para encararlo encontrándose con aquella sonrisa que le sacaba de
sus casillas y logrando que todo lo que había estado aguantando
saliese de repente.
-¿¡Se puede saber qué demonios te
pasa!?-le gritó encolerizado. El mayor ni se inmutó por la
repentina cólera del menor sino que amplió su sonrisa satisfecho,
como si ya supiese de antemano que aquello no tardaría en ocurrir.
-¿Por qué la pregunta,
bocchan?-preguntó con su aterciopelada y, a la vez, sexy voz
haciéndose el desentendido.
-Llevas siguiéndome toda la mañana.
¿Porqué?-habló con los dientes apretados y mirándole con
rabia. Conocía demasiado bien a aquel demonio y sabía que lo estaba
haciendo apropósito para hacerle enojar.
-Pues es mi deber estar con usted,
joven amo.-respondió como si fuese lo obvio.
-Pues lárgate a hacer otras
cosas.-le dijo mientras se giraba y se adentraba a su despacho.
-Pero joven amo.... ¿y si
necesitase mi ayuda?-preguntó sin dejar de sonreír.
-Si la necesitase te llamaría pero,
como no es el caso.... ¡LÁRGATE!-le dijo mientras le cerraba la
puerta en las narices.
-Yes, my lord.-oyó la voz del
contrario detrás de la puerta. Sabía de sobra que aquellas palabras
irían acompañadas de una reverencia junto la mano derecha en el
pecho y aquella molesta sonrisa.
Bufó molesto y caminó hasta su mesa.
Se dejó caer pesadamente sobre el mullido sillón que fungía como
su silla y suspiró cansado.
No eran solo sus sirvientes los que
insistían en celebrar aquella festividad sino que , Elisabeth o
Lizzy como él la llamaba, también quería pasarla a su lado. Se
masajeó las sienes a modo de frustración. Tan solo unos días antes
le habían convencido por celebrar su cumpleaños, que resultaba ser
el 14 de diciembre, y por lo tanto se organizó una gran fiesta en su
nombre. Por supuesto que todo había sido llevado a cabo gracias a
Sebastian, que fue el que convenció a todos de que una fecha tan
señalada como su nacimiento no podía quedar sin celebrarse. Tubo
que ponerse elegante en contra de su voluntad, bailar con la pesada
de su prometida y encima comer pastel y recibir presentes de la gente
que asistió. Por lo menos solo fueron sus sirvientes, su tía, Lau
junto con Ran Mao, Lizzy y , muy a su pesar, el shinigami travesti
que está obsesionado con su mayordomo. Es verdad, también
asistieron Undertaker y el príncipe Soma junto a Agni. Lo único que
realmente no le molestó fue lo del pastel puesto que había sido
preparado por su mayordomo y solo él sabe cuanto le gusta todo lo
que prepara el azabache.
Volviendo al tema que nos concierne.
Tan solo había pasado una semana de aquello que ahora le venían con
el cuento de querer celebrar la Navidad. Llevaba un par de días
siendo acosado por todos los habitantes de su mansión y aunque al
principio solo decidió ignorarlos llegado a aquel punto su paciencia
terminó y había terminado por explotar.
Miró hacia el jardín a través del
gran ventanal de su despacho y comenzó a pensar en una forma
factible de poder quitarles aquella absurda idea de la cabeza. Estuvo
un buen rato perdido entre planes que no resultarían, teniendo en
cuenta de que uno a los que debía convencer era un demonio que
conocía muchos trucos y artimañas. Suspiró aún más frustrado al
no encontrar nada que le pudiese salvar de todo aquello pero aún así
siguió pensando por si acaso. Tal vez a último minuto se le
ocurriría algo absurdo que pudiese funcionar.
Estaba tan metido en sus pensamientos
que no notó cuando alguien llamó a la puerta. Se oyeron unos
cuantos golpes más pero al no recibir respuesta del menor abrieron
para ver que sucedía.
El azabache llevaba un carrito con el
té y unos pastelitos que sabía que a su amo le encantaban. A su
lado se encontraba una linda rubia que miró al peliazul preocupada
al notar que este no había respondido y parecía bastante ausente.
-Etto.... ¿Sebastian-san, está
Ciel bien?-le preguntó algo cohibida al mayor. Este solo sonrió
divertido y asintió.
-No se preocupe pero, si me disculpa
señorita Elisabeth. ¿Podría hablar con el joven amo a solas?-le
habló tan educado como siempre y con aquella sonrisa que encantaba a
toda mujer que la viese. Ella solo asintió y se marchó hacia el
jardín para esperar al peliazul mientras tomaba algo de té.
El demonio solo cerró la puerta una
vez la joven se retiró y amplió su sonrisa al voltear hacia su
bocchan. Se acercó con tranquilidad al menor y se colocó detrás
suyo. Cambiando su expresión de una sonrisa amable e inocente a una
maliciosa, se inclinó hasta posar sus labios cerca del oído del
menor.
-Joven amo.-susurró y el menor
saltó sorprendido y sonrojándose hasta las orejas giró
encontrándose con aquella expresión en el rostro ajeno.
-¡Sebastian! ¿Cuando
entraste?-gritó y preguntó anonadado.
-Llamé varias veces pero el joven
amo no respondió. Lady Elisabeth se preocupó al verle tan
ausente.-comentó divertido por la reacción del menor, el cual
se sonrojó aún más por aquellas palabras.
-¿Y Lizzy?-le preguntó
intentando desviar el tema.
-La señorita se encuentra en el
jardín tomando té. Pero, si me permite la pregunta.... ¿en qué
tanto pensaba como para estar tan concentrado?-preguntó aunque
sospechaba de qué se trataba.
El menor solo desvió la mirada e
intentó pensar en algo pero su cerebro ya no daba para más, había
estado pensando demasiado por lo que solo suspiró cansado.
-Todo es tu culpa. Sino hubieses
convencido al resto yo ahora podría estar tan tranquilo con mis
papeles.-murmuró pero el demonio tenía muy buen oído por lo
que escuchó sin problema aquello. Rió divertido por el comentario
tan sincero del menor pero este le miró enojado.
-Es verdad es culpa mía.-admitió
sin dejar de sonreír pero aquello molestó al contrario.
-¡Pues entonces haz algo!-le
gritó encarándolo.
-¿Algo como qué?-preguntó sin
dejar de sonreír.
-No lo sé. Invéntate una excusa
para que yo pueda librarme de ello.-le dijo entre dientes. Ese
estúpido demonio se estaba divirtiendo de lo lindo por toda aquella
situación.
-Jajajaajaja lo siento joven amo
pero me temo que no sería capaz de hacer lo que me pide.-se
disculpó después de reír levemente.
-¿Por qué no?-le preguntó aún
más enojado. No tenía ningún derecho a negarse a algo que él
ordenase.
-Pues verá.... lo único que le
libraría de la fiesta sería que enfermase pero entonces tendría a
todo el mundo encima de usted para ver si mejora.-comentó como
si nada.
El joven empalideció al imaginar
aquella escena. Él lo que quería era librarse de ellos no hacer que
le vigilasen las 24 horas del día. Para ello ya tenía al molesto
azabache a su lado, no necesitaba a nadie más.
-Pero debe de haber alguna otra
manera.-susurró para sí.
-Lo dudo mucho bocchan.-dijo
ahora el mayor. El ojiazul frunció el ceño al recordar el fino oído
del demonio.
-¿Y porqué tanta insistencia en
que celebre esta estúpida fecha?-le preguntó molesto.
-Vamos joven amo. De vez en cuanto
debería de comportarse como el niño que es y divertirse.-le
respondió con tranquilidad.
-¡No soy un niño!-le gritó
enojado.
-Si que lo es.-le rebatió el
mayor.
-Para ti cualquiera es un niño,
¡ANCIANO!-le gritó. Al azabache le apareció un tic en la ceja
derecha.
-¿Anciano?-preguntó molesto
ahora el azabache.- Que sepa que a pesar de ser un demonio estoy
entre los jóvenes.-comentó enojado.
-Si claaaro. Entonces no puedo
imaginarme cómo serían los otros.-comentó con sarcasmo. Estaba
disfrutando el haber logrado hacer enojar al, normalmente, impasible
demonio.
-Usted.....-murmuró intentando
contenerse. Entonces se le ocurrió una fantástica idea por lo que
le miró con una gran sonrisa desafiante.
-¿Qué?-le preguntó al notar
el cambio en el rostro ajeno.
-¿Será que usted no es capaz de
aguantar solo unas cuantas horas de fiesta? Tal vez no merezca el
título que la reina le otorgó.-comentó el mayor. El ojiazul
frunció el ceño ante aquel comentario. Ese idiota se estaba
atreviendo a meterse con lo que no debía, su orgullo.
-Repítelo.-susurró mirándole
con los ojos rabiosos.
-Creo que usted lo entendió a la
perfección.-comentó burlón el mayor.
El menor se levantó de repente y
golpeó la mesa con ambas manos. Después le miró con el más grande
odio que alguna vez sintió y sin decir nada salió de la estancia.
El azabache suspiró al verse solo en el lugar y decidió seguir a su
pactante.
-Joven amo.-le llamó una vez le
alcanzó. Este solo le ignoró y siguió su camino pero el ojinegro
no se iba a rendir tan fácil.
-De acuerdo, no debí decir
aquello.-dijo pero solo se ganó una mirad furiosa del menor por
lo que volvió a suspirar. No debía de haberse metido con el orgullo
del joven conde y ahora se arrepentía de haberlo hecho.
-De verdad que le pido disculpas por
mi comportamiento anterior.-volvió a decir pero esta vez tubo
que esquivar un jarrón que fue lanzado hacia su cabeza.
-¡CÁLLATE!-le gritó y siguió
caminando.
-Pero bocchan....-intentó
volver a hablar pero esta vez fue una maceta la que voló contra su
rostro.
-¿¡No me has oído?! ¡QUÉ TE
CALLES!-volvió a gritarle aunque jadeaba un poco puesto que el
objetó que le lanzó era bastante grande y pesado.
-¿Podría dejar de lanzarme cosas y
dejarme hablar?-le preguntó mientras suspiraba. El menor solo le
sonrió y como respuesta ahora era una silla la que volaba en su
dirección. Volvió a suspirar para parar el objeto, su amo tenía
fuerza cuando quería.
Los demás residentes de allí
acudieron al oír tanto griterío y se sorprendieron al encontrar al
pequeño conde discutiendo de aquella forma con el de cabello
azabache. Incluso la joven rubia se quedó anonadada al encontrar al
peliazul en aquel estado puesto que nunca lo había visto de aquella
manera. Se miraron entre si y decidieron no meterse, si el ojinegro
había enfurecido al menor que fuese él mismo el que le calmara.
Mientras tanto el joven conde seguía
arrojándole toda clase de objetos al mayor pero este los esquivaba
con facilidad o los paraba, en caso de que fuesen valiosos como el
primer jarrón que le arrojó. Siguieron así durante un buen rato
pero el menor ya se estaba cansando de todo aquello, puesto que lo
suyo no era el ejercicio físico que digamos, al igual que el
azabache también estaba cansándose de que le intentasen agredir.
-Está bien. Haré lo que usted me
pidió.-dijo rindiéndose por fin mientra suspiraba. El ojiazul
paró todo movimiento y le miró con los ojos entrecerrados.
-¿Por fin te vas a callar?-le
preguntó sosteniendo una valiosa colección de vajilla china en sus
manos, puesto que estaba a punto de lanzársela al mayor.
-No me refería a eso.-murmuró
entre dientes y ante aquella respuesta otro objeto fue arrojado a su
cabeza.-¿Podría dejarme terminar?-le gritó enojado al ver
aquello platos destrozados en el suelo.
-Pues termina.-le dijo mientras
se cruzaba de brazos y le miraba frunciendo el ceño. Ya no le
quedaba nada por arrojar, al menor cerca suyo.
-No celebraremos la fiesta.-dijo
mientras suspiraba.
-¿En serio?-le preguntó
ilusionado. A todos los demás les cayó una gota por la sien. ¿Todo
aquello solo había sido por lo de celebrar la Navidad? Se
preguntaron todos sorprendidos.
-Si así lo desea, así
será.-comentó cansado. El menor sonrió abiertamente, dejando a
todos en el lugar sorprendidos, para después lanzarse a abrazar al
pelinegro.
-Eres el mejor.-le dijo al oído
y después se separó y observó la sala, borrando su sonrisa al
instante.- ¿Algún problema?-preguntó al ver la expresión
en los rostros de sus sirvientes y prometida. Todos se miraron y
negaron sin saber qué responder.
-Sin embargo....-oyó la voz del
mayor volteando su atención otra vez hacia él.
-¿Qué?-le preguntó
confundido.
-Pues que tenía planeado darle un
regalo especial si accedía a celebrar la fiesta pero como insistió
en no hacerlo...-le susurró al oído, importándole poco las
miradas confusas del resto que no llegaron a oír aquello.
-¿Qué tipo de regalo?-le
preguntó de igual forma y mirándole entre curioso y suspicazmente.
-Hmp. Ya no hay caso en que lo
sepa.-comentó fingiendo pena.
Se quedaron ambos segundos en silencio
hasta que oyó un suspiro por parte del menor. Este suspiró
demostrando su derrota y aquello solo hizo que una sonrisa se formara
en el rostro ajeno.
-Sebastian....-murmuró
cruzándose de brazos y mirando hacia un lado.
-¿Si, joven amo?-preguntó
mirándole sin dejar de sonreír.
-Haz lo que quieras.-susurró
mientras se sonrojaba.
-¿Cualquier cosa?-le susurró
sensualmente al oído aumentando el sonrojo en el rostro ajeno.
-¡Ya me oíste idiota! ¡Y recoge
todo esto!-le gritó avergonzado para luego salir huyendo hacia
su despacho de nuevo.
-Yes, my lord.-respondió
haciendo su reverencia mientras sonreía con algo de malicia.
-Esto....¿Sebastian-san?-le
llamó cohibídamente la pequeña rubia.
-Dígame Lady Elisabeth.-le
respondió cortésmente.
-¿Qué fue lo que pasó?-le
preguntó preocupada.
-Solo que tendremos
fiesta.-respondió tranquilamente sin dar muchos detalles.
La niña iba a preguntar de nuevo pero
los demás solo negaron con la cabeza y se impidieron diciéndole que
no preguntase puesto que era mejor no saber lo que pasaba por la
cabeza de aquellos dos. La menor asintió y simplemente se marchó ya
que sabía que su adorado peliazul no iba a hacerle caso en aquel
momento.
Así pasaron los días. El menor se
mantuvo prácticamente encerrado en su despacho y solo salía para
dirigirse a su habitación a dormir. El pelinegro acomodó todo para
poder celebrar la fiesta mientras que a la vez arreglaba lo que los
demás sirvientes destrozaban. Finalmente llegó el tan esperado día
para todos los residentes de la mansión, incluido el joven
Phantomhive ya que seguía teniendo curiosidad por lo que su demonio
le había preparado.
En aquel momento se encontraba en su
cuarto arreglándose con ayuda del azabache. Llevaba un traje
impecable de color azul con negro que resaltaba tanto su cabello como
sus ojos. Desde que se había despertado hasta aquel momento no había
podido dejar de pensar en lo que el ojinegro le había dicho y por lo
tanto no dejaba de mirarle.
-¿Sucede algo joven amo?-le
preguntó algo divertido este sin dejar de arreglar al menor.
-Sebastian.... ¿no me lo vas a
decir verdad?-le preguntó curioso.
-No sea impaciente. En cuanto
termine la fiesta le daré su regalo.-le respondió divertido al
observar el puchero que había echo el ojiazul ante su respuesta.
-Está bien pero más te vale que
merezca la pena.-le dijo mirándole entrecerradamente.
-Así será.-le susurró con su
acostumbrada sonrisa pero en sus ojos se podía observar algo de
deseo lo cual desconcertó al menor pero decidió ignorarlo.
Poco después bajaron y saludaron a los
invitados, los cuales eran los mismos que asistieron en su
cumpleaños. Tuvo que aguantar a su rubia prometida que insistía que
su regalo era el mejor de todos y que le encantaría; a sus
sirvientes rompiendo cosas y disculpándose como normalmente hacían;
pero sobretodo, tuvo que aguantar al molesto shinigami que no dejaba
de preguntarle cuando se moriría para poder quedarse con el moreno.
Así transcurrió la noche hasta llegar
el momento de dar los regalos. Algunos eran bastante acertados aunque
otros eran algo desconcertantes, como el de Undertaker que fue un
ataúd que le regaló a medias con el shinigami pelirrojo. Finalmente
llegó el momento en el cual todos comenzaron a marcharse hacia sus
hogares dejando a los residentes solos. Aunque Lizzy insistió en
quedarse por lo que el azabache tuvo que preparar y mostrarle la
habitación en la que se quedaría.
El joven conde sin embargo se dirigió
hacia su propia alcoba algo molesto. Se sentó sobre el mullido
colchón y esperó a su mayordomo puesto que todavía le debía su
regalo. El mencionado entró en la estancia minutos después
encontrándose con su joven amo de brazos cruzados y mirándoles con
el ceño fruncido. Suspiró al notar el claro enojo del menor y se
acercó hasta arrodillarse delante suyo.
-¿Y bien?-le preguntó
impaciente.
-Joven amo, ¿porqué tan
impaciente?-le preguntó algo divertido.
-Me hiciste esperar hasta que
terminase la fiesta pues, como ves, esta ya terminó. Quiero mi
regalo.-le demandó como niño chiquito lo cual divirtió al
mayor.
-Como desee.-respondió y se
levantó encaminándose hacia el baño de la estancia.
-¿Sebastian?-le llamó sin
entender el menor.
-Usted no se preocupe. Ahora
vuelvo.-le dijo con una sonrisa maliciosa que hizo estremecer al
menor.
Este esperó unos minutos a que su
mayordomo saliese del cuarto pero a medida que estos pasaban se iba
impacientando más, al igual que su curiosidad iba en aumento.
Cansado se levantó de la cama y se encaminó hacia aquel lugar.
Estaba a punto de abrir la puerta cuando chocó contra el pecho del
ojinegro que le miró reprochadoramente.
-Joven amo.... le dije que
esperase.-le dijo a son de regaño. Este solo hizo un puchero
mientras se cruzaba de brazos, indignado por el regaño.
-Tardabas mucho.-murmuró como
excusa.
-Bueno ya puede pasar.-ignoró
la excusa divertido y se apartó para que el peliazul pudiese pasar.
Este caminó con curiosidad y abrió
los ojos sorprendido al observar la estancia. Para cuando se percató
unos brazos le habían rodeado la cintura y lo habían alzado.
-¿Sebastian?-le preguntó
sonrojado puesto que ahora se encontraba sentado en uno de los brazos
del mayor y mirándole a los ojos los cuales demostraban una gran
lujuria.
-¿Qué le parece su regalo?-le
preguntó en un susurro sensual al oído estremeciendo el cuerpo
ajeno.
-Eres un pervertido.-susurró
escondiendo su rostro en el cuello ajeno, provocando una sonrisa en
el rostro del demonio.
-Como si no lo supiese.-dijo
divertido.
El cuarto se encontraba completamente
ambientado con velas aromáticas y el agua de la bañera del suelo
era de un tono rosado junto con pétalos de rosa que flotaban.
El azabache sentó al menor sobre un
mueble mientras le besaba apasionadamente. Comenzó a desvestir al
menor de forma rápida mientras rozaba con sus manos enguantadas toda
la fina y blanca piel del peliazul. Tantas veces ya acariciada y
apreciada por él. Mordió levemente el labio inferior del menor
causando que este soltara un leve jadeo y abriese la boca. Ese acto
fue aprovechado por el demonio para adentrar su caliente lengua y
explorarla a su gusto deseosa de jugar con la contraria, como tantas
veces antes ya habían hecho.
Los brazos del ojiazul se encontraban
rodeando el cuello contrario intentando profundizar el contacto entre
ellos. El mayor se separó de la boca ajena permitiendo al menor
recuperar y normalizar su respiración, que se encontraba realmente
agitada a causa de tan pasional encuentro.
Sin perder el tiempo el demonio atacó
el pálido cuello de su amo sacándole suspiros y gemidos a este.
Mordió, lamió y besó todo a su alcance dejando a su paso marcas
rojizas que declaraban ese pecaminoso cuerpo como suyo.
Sonrió y se lamió con lujuria los
labios al observar al ojiazul que se encontraba con la respiración
agitada, el rostro sonrojado a más no poder, con los labios
entreabiertos por donde escapaban esos pecaminosos sonidos y una
mirada de lujuria y pasión dirigidos hacia su persona.
Adoraba saber que él era el único ser
viviente que tenía el maravilloso placer de observar y provocar
aquel rostro en su joven pactante.
-Sebastian...-susurró su nombre
con ansiedad y el demonio sonrió al saber qué era lo que su amo
anhelaba en aquel instante.
Sin perder más el tiempo terminó de
desvestir al menor el cual se estremeció al sentir el frío aire
rozar todo su cuerpo. Seguidamente depositó el pequeño cuerpo
dentro del agua caliente de la bañera y mientras este se relajaba él
comenzó a desvestirse.
Estaba en medio de esa tarea cuando
sintió la intensa mirada del menor sobre su persona. Cuando giró
para verle este le hizo una seña para que se acercase. Así lo hizo
y cuando se arrodillo para quedar a la altura del menor este le besó
de improvisto. El demonio se sorprendió en un principio pero
correspondió el acto sin dudarlo profundizando el beso de paso. Una
vez se separaron un hilo de saliva unía ambas bocas y el menor
sonrió.
-Date prisa.-le susurró
levemente mirándole con lujuria, que fue totalmente correspondida
con otra mirada igual del demonio.
Para cuando se percató el mayor ya se
encontraba en la bañera junto a él mientras le devoraba la boca en
un apasionado beso. El ambiente se iba calentando poco a poco al
igual que ambos cuerpos.
Sin dejar de besarse las manos de ambos
recorrían el cuerpo del contrario sabiendo perfectamente donde tocar
para hacer estremecer a su pareja.
El beso se rompió cuando el menor
gimió al sentir como una de las manos del azabache tocaba su
intimidad. Este sonrió complacido por aquella respuesta y aumentó
el ritmo de su mano junto con su boca que volvió a cazar la
contraria.
-Es-estúpido.... Sebastian....
hazlo ya.-ordenó entre gemidos el ojiazul.
-Hoy parece más impaciente de lo
normal joven amo.-comentó con gracia pero haciendo lo ordenado
dirigió tres de sus dedos a la boca ajena.
-Ca-cállate...-mencionó
avergonzado al tiempo en que comenzaba a lamer las falanges del
mayor.
Una vez este creyó que ya estaban bien
ensalivados procedió a preparar la entrada del ojiazul. Primero
introdució uno lentamente observando la incomodidad en el rostro del
menor. Seguidamente introdució un segundo y los movió para que el
ojiazul se acostumbrase a la intromisión. Los abría en forma de
tijeras, los giraba y metía como si fuesen embestidas. Llegados a
este punto el menor ya había comenzado a gemir y jadear y en cuanto
metió el tercero no dudó en besarle para acallar un gran gemido que
quería salir de su boca.
Unos minutos después sacó sus dedos
ganándose una protesta por parte del contrario. El demonio solo
sonrió y se lamió sensualmente los tres dedos que estaban
impregnados de los fluidos del menor. Ese acto hizo sonrojar de
sobremanera al peliazul que le susurró un “pervertido” mientras
se abrazaba a él.
En aquel instante el demonio oyó como
la puerta del cuarto de su amo se abría y alguien ingresaba por lo
que paró sus actos.
-¿Pasa algo?-le preguntó
extrañado el menor al verle algo ausente.
-No, nada en absoluto.-respondió
y con una sonrisa maliciosa penetró de golpe al joven conde.
-Aahhh.-gritó tanto de placer
como de sorpresa y dolor puesto que aquel acto no se lo esperaba tan
brusco ni repentino.
-¿Está bien?-le preguntó al
oído para después lamerle el lóbulo, recibiendo un estremecimiento
como respuesta.
-Po-podrías avi...sar...-replicó
con la voz entrecortada apretando el agarre en el cuello ajeno.
-Entonces no habría tenido esta
maravillosa reacción.-mencionó cogiendo del mentón al menor y
haciendo que le mirase a los ojos.
Este se encontraba sonrojado a más no
poder y con la mirada ensombrecida por la lujuria y la pasión.
-Cállate...-le recriminó
mientras le mordía el labio inferior como queja. A su vez había
comenzado a mover las caderas de forma lenta y sugerente.
-Si sigue incitándome así..... lo
partiré en dos.-habló algo entrecortado. Se estaba aguantando
para no lastimarle pero se lo estaba poniendo muy difícil.
-Hazlo....párteme.-le susurró
sensualmente al oído sin dejar de moverse hacia arriba y abajo.
-Usted lo ha querido.-le
respondió mientras comenzaba a moverse de forma rápida y sin piedad
dentro del joven cuerpo al tiempo que agarraba las caderas del
ojiazul con fuerza.
-Ahh... Sebas...tian...-gimió
ante lo brusco de la acción.
-Es su culpa....-habló sin
dejar de moverse.-.... yo quise ser.....-embestida que hizo
gritar al menor.-.... suave con usted pero....-otra embestida
aún más profunda.-....no me dejó opción...-finalizó para
aumentar aún más la velocidad.
El ojiazul se agarró aún más fuerte
al cuello ajeno y gimió al sentir el frío suelo contra su espalda,
puesto que ahora se encontraba fuera del agua, recostado y siendo
embestido sin piedad por el mayor.
-Aah....mmm... id-idiota....-dijo
entre gemidos. Tanto la profundidad como la velocidad en la que era
penetrado era demasiado para él y su cabeza se estaba quedando en
blanco quitándole toda posibilidad de hablar.
-Si sigue.....gritando así.... le
oirán....-le advirtió pero no dejó de moverse con ferocidad
dentro de él.
-Es tu.... culpa....-gimió en
reproche.
-Si qué lo es.-dijo divertido
el mayor y entonces dio una certera y profunda embestida que hizo
gritar aún más al joven conde.
-AAAHH.-dio un grito casi
ensordecedor el menor.
- Parece que le di.... a su
próstata....-comentó orgulloso y volvió a embestir hacia aquel
lugar logrando otro grito por parte del menor.
-Aaah.... mmmm....
Sebas....tian...-le llamó entrecortado haciendo que este le
mirase a los ojos.-.... bésame....-logró murmurar entre
jadeos y gemidos. Este obedeció encantado aquella orden y besó con
pasión, hambre y lujuria los labios ajenos.
Siguieron aquel acto durante varios
minutos más hasta que el pequeño peliazul no aguantó tanto placer
y se corrió al tiempo que gritaba siendo callado entre el beso. El
demonio solo aguanto un par de embestidas más hasta correrse dentro
del pequeño cuerpo que le había apretado el miembro de tal forma
que la presión fue demasiado para él.
Ambos jadeaban sin control y se miraron
para volver a besarse, solo que esta vez fue de forma más lenta y
dulce.
A fuera de la puerta se encontraba una
pequeña rubia oyendo todo aquello. Se mordió el labio y reprimió
las ganas de llorar al enterase del tipo de relación que mantenían
aquellos dos pero no podía hacer nada. Si su querido Ciel había
decidido estar con el mayor ella no tenía ningún derecho en
meterse. Aguantó sus lágrimas y abandonó la habitación para dejar
a aquellos dos solos.
Un rato después el azabache salió con
el menor en brazos, ya limpios los dos, secó el pequeño cuerpo de
su pareja y lo depositó sobre el mullido colchón.
Seguidamente procedió a meterse él
también dentro de las sábanas y el ojiazul se acomodó sobre el
pecho de su demonio.
-Fue bastante cruel lo que le
hiciste a Lizzy.-comentó suavemente el menor.
-¿Se había dado cuenta?-le
preguntó sorprendido pero solo recibió una sonrisa divertida por
parte del menor.
-¿Con quién crees que hablas
demonio?-le preguntó divertido.- Además le pusiste más
empeño del usual.-comentó mirándole con gracia.
-Hmp, pero bien que usted lo
disfrutó.-contraatacó logrando que un sonrojo se posase en las
mejillas contrarias.
-Hmp, no te lo niego.-murmuró
avergonzado.
-Feliz Navidad.... Ciel.-le
susurró al oído para después besar la frente del menor.
-Feliz Navidad.... mi demonio.-le
susurró a su vez, ocasionando que el mayor sonriera.
Sin más ambos se dispusieron a dormir
pero un último pensamiento rondó la cabeza del joven conde antes de
caer en los brazos de Morfeo.
“Tal vez.... deba darle algo en
fin de año.” pensó maliciosamente para después quedarse
profundamente dormido entre los brazos de su mayordomo, demonio y
también pareja.
......FIN......
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