lunes, 26 de octubre de 2015

SP & HF- Kiba Story

Kiba story

El castaño limpiaba con tranquilidad una de las mesas de su sección. Ya estaban a punto de cerrar por lo que no quedaba mucha gente en el local. Suspiró cansado cuando terminó y miró a su alrededor observando el lugar casi en completo silencio. Sonrió levemente al ver cada rincón del lugar. Todavía le sorprendía el echo de llevar ya casi un año trabajando allí. Aunque al principio no estaba muy seguro de ello y comenzó casi por obligación, después comenzó a gustarle todo aquello. Volvió a suspirar y se encaminó hacia los vestuarios para poder quitarse el uniforme de trabajo, cambiarse a su ropa de calle y así marcharse a casa. Ese día no trabajaba su amigo rubio y los demás no habían podido venir así que le tocaba irse solo al departamento.
Estaba a punto de cruzar la puerta trasera para marcharse cuando oyó la voz de unos varones fuera de esta. Esa era la parte que no le gustaba del trabajo. Algunos de los clientes creían que podían acercarse de más por el simple echo de que los meseros eran amables, sin entender que aquello formaba parte de su trabajo y no era por propia elección. Si fuese de aquella manera tanto su amigo como él no hablarían con ninguno de ellos, tanto varones como mujeres, aunque en su caso era más bien con las mujeres con las que no se llevaba bien.
Rodó los ojos exasperado y abrió la puerta dispuesto a ignorarlos e irse de allí, pero nada es como uno planea. Nada más dar un paso fuera fue recibido por 3 varones bastante altos y corpulentos, se notaba que iban al gimnasio, que le sonrieron intentando ocultar el echo de que le estaban observando el cuerpo de forma descarada.
-¿Necesitan algo?-preguntó intentando ser respetuoso pero no era precisamente lo que quería en ese momento. Estaba cansado y no tenía ganas de aguantar a un trío de pervertidos descerebrados.
-Nos preguntábamos si te gustaría ir a tomar algo con nosotros. Debes estar cansado de tanto trabajar.-respondió uno de ellos mientras que los otros dos se lamían los labios con lascivia.
-Lamento tener que declinar su oferta puesto que como muy bien ha comentado estoy cansado y solo deseo marcharme a mi casa a descansar.-respondió formalmente. Sabía que estos tipos eran de los que se enojaban más cuando los rechazabas con tanto respeto a cuando lo hacías de forma brusca.
Ante aquella respuesta observó como, efectivamente, sus rostros se tensaban y mostraban algo de molestia.
-Bueno.... en ese caso podemos acompañarte hasta tu casa.-comentó otro de ellos. El castaño aguantó un suspiro molesto.
-Lo siento pero no será posible.-respondió mientras comenzaba a caminar hacia la calle principal ya que estaban en un callejón.
-¡Espera!-gritó el tercero de ellos mientras le sostenía del brazo para detenerlo.-¡Estamos siendo amables! ¿No querrás hacerlo por las malas?-preguntó con la paciencia al límite.
El castaño frunció el ceño y les observó bien. Suspiró y les sonrió lindamente para seguidamente golpearle las partes bajas al que le estaba sosteniendo del brazo.
-Mira.... estoy harto de que inútiles como vosotros crean que pueden llevarme a la cama por la fuerza. Qué os quede bien claro que la única razón por la que os hablo en el local es porque es mi trabajo el hacerlo y... ¿sabéis que? Me haríais un enorme favor si desaparecieseis de aquí. No sois más que una molestia que por ser varones os creéis que podéis conseguir lo que queráis. Pues para vuestra información si primero pensaseis antes de hacer las cosas, estas os saldrían mejor.-les dijo enfadado y se marchó de allí, dejando sorprendidos a los tres hombres.
Con un gran enojo caminó por las calles. Todavía era temprano así que había bastante gente caminando por el mismo lugar que él. Suspiró para intentar tranquilizarse y paró al observar la tienda que tenía en frente. Se le había echo costumbre parar allí de camino a casa.
Entró y observó los distintos objetos en venta al igual que a los distintos animales. Sonrió al ver a los hámsters, los pájaros, los reptiles, los gatos, etc. Caminó hasta llegar frente a los juguetes para perros y su sonrisa se amplió al pensar que a su querido Akamaru le gustaría alguno de ellos pero no podía comprar ninguno puesto que todavía faltaba para que le pagasen en la cafetería. Suspiró resignado y procedió a salir de allí pero al girar chocó contra alguien. Ambos perdieron el equilibrio y cayeron el suelo. El doncel esperó caer sobre el frío y duro suelo pero se sorprendió al notar algo más caliente y agradable que el suelo. Abrió los ojos , que había cerrado al esperar un duro golpe, y se sorprendió al encontrarse de frente con el rostro de un varón.
Lo reconoció al instante. Era un varón de 18 años con cabellos castaños, piel pálida y los ojos no lo sabía puesto que llevaba unas gafas de sol al igual que la mitad inferior de la cara era tapada por el cuello de la chaqueta. Se sonrojó al saberse encima de uno de los empleados del lugar o, para ser más precisos, de Aburame Shino, el hijo de los dueños de la tienda.
Se levantó con una gran rapidez y antes de que el mayor pudiese pronunciar palabra alguna se disculpó por haberle derribado y salió casi corriendo de allí.
Mientras huía del lugar se reprochaba su actitud tan infantil. Conoció al mayor hace unos meses, cuando entró por primera vez a la tienda y decidió comprarle algo a su perrito, el mayor fue quien le atendió. Reconoció que el varón le llamó la atención por lo mucho que parecía saber de animales cuando le oyó hablar con uno de los clientes pero entonces, otro día que fue allí, le vio rodeado de mujeres. Se sintió un poco decepcionado de que el único varón que le había llamado la atención en todo lo que llevaba de vida era tan popular. Supuso que este nunca se fijaría en él así que decidió que olvidaría todo sobre el mayor. Ya no volvió a ir a la tienda pero un par de semanas después le vio entrar en la cafetería donde trabajaba. Afortunadamente para el castaño, se sentó en la sección de otro trabajador así que no tuvo que atenderle, pero vio como había quedado con una atractiva mujer con la que parecía llevarse muy bien. Ver aquello le hizo rendirse definitivamente. Durante aquellos días había pensado en que podría intentar acercarse al varón pero ya no pensaba hacerlo para nada ahora que sabía que tenía novia.
Luego de aquel día el doncel siguió con su vida aunque sus amigos se dieron cuenta de que parecía algo despistado y , por qué no, decaído. El castaño continuó sin ir a la tienda de animales para no ver al mayor pero aquello se hizo absurdo cuando este iba casi cada tarde a la cafetería. Así decidió que podría pasarse por allí pero asegurándose de no acercarse al varón.
Los meses pasaron y ya habían transcurrido cuatro desde que el menor le vio por primera vez. Nunca habían hablado puesto que aunque el de gafas fueses prácticamente todos los días a su lugar de trabajo nunca se había sentado en ninguna de las mesas que el doncel atendía. A veces sentía como si este le mirase pero luego pensaba mejor y se convencía de que aquello era imposible, aunque una parte de él deseaba que fuese él la razón de la visita diaria del varón al local.
Durante esos cuatro meses se percató de que cada vez le parecía más interesante y atractivo el castaño y, también que no lo vio nunca más con aquella mujer pero no quería hacerse falsas esperanzas. También notó que algunas veces se reunía con un grupo de varones y parecían llevarse muy bien por lo que supuso que eran amigos desde hacía algún tiempo. Una semana más y por fin reconoció con sus amigos que había alguien que le interesaba pero nunca mencionó nombre ni lo describió físicamente. Aquello sorprendió a los demás donceles pero le animaron y apoyaron, aunque su amigo Lee parecía algo pensativo después de oír la noticia pero supuso que estaría pensando en Neji, su recién adquirido novio.
Pasaron unos días más hasta el mencionado encuentro con el castaño mayor. Dejó de correr cuando se percató que ya estaba muy cerca de su apartamento. Cuando habló con sus amigos aquel día decidió que intentaría acercarse al varón pero al tenerlo tan cerca los nervios pudieron más. Se maldijo internamente e ingresó a su casa, donde fue recibido por su querida mascota. Le acarició con una sonrisa y al llegar a la sala vio muy concentrado a su amigo rubio con algunos papeles. Su sonrisa se amplió al ver lo mucho que se esforzaba a pesar de lo cansado que parecía el menor por culpa de un trabajo que debía entregar. Le saludó y después buscó con la mirada al resto. El rubio mayor estaba en la cocina junto con el peliplateado y supuso que su pelirrojo amigo estaría en la ducha puesto que podía oír el sonido del agua al caer.
Volvió a suspirar y se marchó a la habitación que compartía con el menor de los Namikaze, necesitaba echarse un rato antes de ponerse con sus propios deberes.

Volviendo con el varón después de que el castaño menor saliese corriendo. Suspiró para seguidamente sentarse en el suelo. Cuando encontró al menor en la tienda, por fin decidió hablarle. Estaba harto de solo mirarle cuando trabajaba en la cafetería y cuando este iba a su propio trabajo. Además, hacía unos días, se había enterado que a ese lindo doncel que le llamó la atención desde el primer momento en el que entró le gustaba alguien. No fue fácil dar con esa información pero, después de casi suplicarle al novio de su amigo Neji, Lee que le contase algo sobre su amigo castaño y que este por fin accediese, resulta que lo primero que le dice es que a este parece ya gustarle alguien. Estuvo a punto de ponerse a gritar de la frustración después de oír aquello. Durante los siguientes días le observó más detenidamente pero no parecía que nadie le llamase particularmente la atención así que pensó que no sería un cliente de la cafetería. Eso lo ponía en desventaja puesto que lo más probable sería que fuese alguien de su instituto y él no iba al mismo que el lindo doncel. Reconocía que si se hubiese acercado antes al menor tal vez ahora no estaría tan preocupado pero simplemente no tenía el valor de comenzar una conversación con este.
Se removió el cabello con frustración y se levantó para seguir con su trabajo. Después de haber conocido al de ojos cafés sintió algo cambiar dentro suyo. En aquel momento estaba saliendo con una chica pero decidió romper con ella poco después de conocer al menor. A pesar de no saber ni su nombre se dio cuenta que sentía algo muy diferente por él cuando le veía y, aquello le hizo darse cuenta de que esa chica no le interesaba de la misma forma que el castaño.
En realidad le sorprendió bastante darse cuenta de que este trabajaba en aquella cafetería cuando le vio el mismo día en que había quedado con ella para romper. Pensó que esta se lo tomaría a mal pero pareció muy comprensiva, además de que le animó a que conquistase al lindo mesero. No supo cómo se había dado cuenta ella pero cuando le preguntó esta solo rió, le dio un beso como despedida y se marchó. Desde entonces a veces hablan y le pregunta como van las cosas e incluso le ha gritado más de una vez por ser tan lento en actuar. Siguió yendo a la cafetería solo o con sus amigos pero nunca tuvo el valor de sentarse en su zona para que le atendiese él. Lo que no podía evitar era mirarle fijamente durante mucho tiempo. La verdad es que después de tanto tiempo no dudaba que el menor se había dado cuenta y por eso había huido de esa forma. Se deprimió un poco al pensar que aquella era la razón puesto que a él también le molestaría que solo fuesen allí a mirarle fijamente sin luego decirle nada.
Negó con la cabeza para centrarse puesto que había un cliente preguntándole algo enfrente suyo y él no había prestado la más mínima atención. Nada más este se marchó fijó su vista en los juguetes para perros que tenía a su derecha y sonrió. Siempre le veía mirándolos pero solo una vez compró uno. Ese fue el día en que se conocieron. Su sonrisa se amplió pero entonces frunció el ceño extrañado. Es cierto que siempre le veía mirando esos juguetes pero para llegar a ellos hay que pasar enfrente de los perros o dar una vuelta y pasar por la zona de pájaros y reptiles, y el doncel siempre escogía este último. No entendía muy bien eso. ¿Si le gustaban los perros porqué nunca había mirado a alguno de ellos?
Se removió el cabello frustrado al no encontrar una respuesta a esa pregunta. Tal vez si le preguntaba a Lee este se lo diría pero a lo mejor era algo que debía descubrir por si mismo.... no lo sabía pero en cualquier caso lo averiguaría.
Asintió decidido a que la próxima vez que le viese hablaría con él y seguidamente recogió sus cosas para ir a hablar con el novio de su amigo. No quería que le contase todo pero al menos un par de cosas sí que las necesitaba saber.
Caminó con paso tranquilo por las calles hasta llegar a un alto edificio de apartamentos. Suspiró para armarse de valor y entró. Una vez llegó enfrente de aquella puerta volvió a detenerse para coger aire y llamó al timbre. No fueron más que un par de minutos después cuando reconoció la larga cabellera castaña de su amigo. Este le miró con sorpresa pero aún así le dejó pasar.
-¿Está tu novio?-preguntó un rato después para romper el silencio.
-¿Para qué lo quieres?-cuestionó a su vez su amigo, aunque por la sonrisa que tenía en el rostro era claro que sabía para qué le quería.
-Necesito preguntarle algo.-respondió después de suspirar.
-¿Es sobre Kiba?-preguntó ahora otra voz a sus espaldas. El de gafas se tensó pero asintió y se removió el cabello exasperado.
-Es solo.... que hay algo que no entiendo y pensé que podrías decírmelo.-dijo por fin. El doncel se sentó enfrente suyo y le miró detenidamente.
-¿Algo que no entiendes? Si es lo de quién le gusta ya te dije que no lo sé. No nos ha dicho ni su nombre ni su aspecto.-habló confundido.
-No es eso.-murmuró con el ceño fruncido puesto que aquel tema no le gustaba para nada.
-¿Entonces?-preguntó sin entender.
-Lo diré claro. ¿Tiene algo en contra de los perros?-preguntó rápidamente. El moreno abrió los ojos sorprendido y abrió la boca y la cerró un par de veces sin saber muy bien qué responder.
-Primero....¿porqué piensas eso?-cuestionó de forma seria y eso alertó a ambos varones que se miraron entre si.
-Cuando va a la tienda siempre mira los juguetes para perros pero.... nunca pasa por su sección sino que hace un rodeo por otro pasillo, como si los evitase.-respondió de igual forma. El doncel suspiró y miró para otro lado pensando.
-No sé si tengo derecho a contarte nada.-murmuró el menor con la mirada algo perdida.
-No quiero que me des los detalles solo quiero saber si es algo serio.-dijo también en voz baja el varón. El moreno le miró y asintió después de suspirar.
-Mira.... es verdad que Kiba tiene un perro pero.... aunque parezca contradictorio.... al mismo tiempo le tiene pavor a estos.-le dijo seriamente. Ambos varones le miraron sin entender y fue su pareja la que habló, después de sentarse en el posa-brazos del sillón en el que se encontraba el menor.
-¿Cómo puede ser posible que tenga un perro pero al mismo tiempo les tenga miedo a estos?-preguntó sin entender.
-Es algo complicado. Al único que permite que se le acerque es a Akamaru y eso es porque han estado juntos desde pequeños. En cuanto al resto.... no importa el tamaño que tengan no soporta tenerlos cerca.-respondió y suspiró frustrado al no saber muy bien cómo explicarlo.
-Solo responde a esto.... ¿pasó algo grave?-preguntó el de gafas mirándole seriamente. El moreno asintió pero cuando el mayor se levantó para marcharse susurró algo que le dejó estático.
-Tanto como para que estuviera a punto de morir.-murmuró mirando hacia el suelo y apretando la mano de su pareja con fuerza.
-¿Cómo?-preguntaron ambos sorprendidos y preocupados. Uno por el semblante de su pareja y el otro por el que sería su futura pareja.
-No puedo contar a detalle pero.... Kiba estuvo a punto de morir por unos perros de presa.-dijo sin mirarlos.
-¿Cuando?-cuestionó el mayor.
-A los 7 años. Todos.... llegamos al orfanato por distintas razones pero.... Kiba llegó allí porque Akamaru lo encontró cerca y.... si no hubiese sido por eso... él habría muerto.-explicó mordiéndose el labio inferior. Ese tema era algo que a ninguno de sus amigos ni a él les gustaba recordar.
-Vale.... gracias por decírmelo.-susurró el castaño y seguidamente se marchó de allí, pensando en lo que le había contado el moreno.
-¿Estás bien?-le preguntó el castaño a su doncel.
-Si.... es solo que no me gusta recordarlo.-dijo y le miró con cariño.
-Tranquilo..... gracias por contarle un poco a pesar de no querer recordarlo.-le susurró al oído para luego besarle con ternura.
-¿Qué crees que hará ahora?-preguntó preocupado a su seme.
-Conociéndole.... no parará hasta saberlo todo... pero solo si tu amigo quiere contárselo.-respondió y se sentó al lado del menor para abrazarle.
Después de aquella conversación pasaron un par de semanas en las que el moreno no dejó de pensar en todo aquello. Sabía que no tenía derecho a preguntarle al castaño directamente puesto que todavía no habían hablado así que primero intentaría acercarse al menor.
Se encontraba en la cafetería a la misma hora de siempre pero esta vez se armó de valor y se sentó en la zona del doncel. Esperó unos minutos y por fin lo tuvo a su lado, echo que provocó que comenzase a ponerse nervioso, aunque no lo demostró en su rostro.

Después de terminar su tarea le contó a sus amigos lo que había pasado en la tienda puesto que le veían bastante distraído. Estos se sorprendieron, no solo de descubrir quién era el famoso varón, sino de la actitud de su castaño amigo. Este nunca se dejaba llevar por el nerviosismo, sino que era muy directo, pero esta vez había sido incapaz de superar la timidez. El rubio menor le sonrió y le animó a que a la próxima conseguiría hablar con él, que no se preocupase. El pelirrojo solo le guiñó un ojo y le dio un pequeño golpe en el hombro, en forma de ánimo. Los mayores simplemente sonrieron y Hidan le dio un abrazo mientras que Deidara un pequeño beso en la frente.
A continuación mandaron a los tres menores a dormir mientras ellos terminaban de limpiar los trastes de la cena. Tardó un poco en conciliar el sueño pero se encontraba algo más relajado después de los ánimos de los chicos así que rápidamente se hizo a la idea de que a la próxima las cosas irían mejor.
Así pasaron un par de semanas en las que el varón no se presentó en la cafetería y el castaño pensaba que había sido culpa suya por huir de aquella forma. Suspiró mientras limpiaba una de las mesas y en aquel momento sonó la campana de la puerta. No quiso hacerse ilusiones pero abrió grandemente los ojos al verlo allí. Sonrió levemente y esperó a que se dirigiese a su mesa de siempre pero eso no pasó. El varón se sentó por primera vez en su sección. Tardó un par de minutos en asimilarlo y después de que su rubio amigo le diese un codazo para que fuese allí y le animase, él suspiró y caminó hasta la mesa del moreno.
Tenerlo enfrente suyo le puso nervioso pero intentó que no lo notase. Estaba en su trabajo y no podía dejar de ser profesional, por mucho que quisiera salir corriendo o desmayarse de los nervios.

-Buenas tardes. Mi nombre es Kiba y seré yo el que lo atienda. Aquí tiene la carta pero si ya sabe lo que quiere pedir no dude en decírmelo.-habló educadamente y logró no tartamudear lo cual consideró un logro puesto que sentía la boca completamente seca.
-Café solo y unas galletas de canela, gracias.-respondió este con una sonrisa en el rostro aunque el menor no pudo verla por el cuello del jersey.
-Entendido. En un momento se lo traigo.-dijo haciendo una reverencia para luego marcharse. Una vez alejado suspiró para tranquilizar a su acelerado corazón. La verdad es que no sabía si había sido su imaginación o no, pero notó el tono de voz muy amable y cariñoso. Negó con la cabeza para quitarse esa idea y después de volver a suspirar dio la orden y mientras esta se hacía fue a atender a otros clientes.
Por otra parte el mayor no dejaba de mirar todas y cada una de las acciones del doncel. Se había dado cuenta del nerviosismo de esta a la hora de atenderlo y le pareció realmente tierno. Sabía que no podrían conversar mucho pero al menos ya había algo de contacto. En cuanto este volvió con su orden le sonrió y le dio las gracias y, podría jurar, que vio las mejillas del contrario sonrojarse un poco. Aquello lo alentó puesto que al menos no parecía serle indiferente al castaño.
Pasó la tarde y ya era hora de que se fuese así que se levantó después de pagar y se disponía a irse cuando recordó algo. Adentró su mano en el bolsillo de su chaqueta y a continuación se marchó de allí con una sonrisa en el rostro.
Cuando el castaño le vio marcharse se sintió un poco decepcionado ya que no había podido hablar mucho con él. Fue a su mesa para recoger la cuenta y se sorprendió al encontrar una pequeña cajita sobre esta. Miró hacia la puerta pero el mayor ya no se encontraba allí. Un poco dudoso la cogió pero antes de poder abrirla y ver qué había dentro, le llamaron de otra mesa. Guardó el pequeño objeto en su bolsillo, cogió el dinero y después de dárselo al de la caja se dirigió hacia donde le necesitaban.
Desde su lugar el rubio sonrió al ver aquello. Al parecer su amigo era correspondido puesto que había visto las reacciones de ambos y eso le hacia muy feliz. Esperó a que todos se marchasen y mientras ellos se cambiaban decidió preguntarle.
-¿Y?-preguntó quitándose la camisa.
-¿Y qué?-preguntó confundido mientras le miraba.
-¿Qué fue lo que te dio? Todavía no lo has abierto ¿no?-le recordó y eso hizo enrojecer al contrario.
-Seguro que se le olvidó, no es como si lo hubiese dejado a propósito.-comentó el castaño mientras sacaba la cajita de su bolsillo.
-A otro perro con ese hueso porque yo vi como lo dejaba expresamente antes de irse.-le dijo divertido.
-¿En serio? Pero aunque lo dejara a propósito podría ser para otra persona.-comentó mirando con duda la caja.
-Estaba en tu sección por lo que sabía que serías tú quién recogería la cuenta. Vamos, ábrelo de una vez.-le animó y con un poco de duda el castaño lo hizo. Su rostro mostró sorpresa y no pudiendo evitarlo el rubio miró dentro.
-¿Un dije?-preguntó algo confundido pero recibió la misma mirada de duda por parte de su amigo. Observó con detenimiento la caja y vio un papel blanco sobresaliendo de debajo de la tela.
-¿Y eso qué es?-preguntó ahora el de ojos castaños. El rubio solo sonrió y soltó una leve risita para pasarle el papel.
-Léelo.-le animó y este lo tomó dudoso.

Kiba.... sé que parecerá extraño pero.... la razón por la que solo dejé el dije fue.... que pensé que quizás te molestaría recibir un collar o una pulsera ya que no he visto que uses ninguno de los dos, así que.... decidí que solo te daría el dije para que pudieses decidir cómo llevarlo. Bueno, en caso de que decidas hacerlo. Tal vez creas que es un atrevimiento por mi parte y decidas tirarlo pero tengo suficiente con saber que te lo dí. Lo que hagas con él es decisión tuya.”

El doncel miró otra vez el dije y sonrió levemente. Era una pieza de plata pura en forma de la huella de un perro y en la parte de detrás había algo inscrito: “I love...” le sorprendió que lo dejase inconcluso pero se sonrojó cuando en su mente completó la frase sin dudar.
El ojiazul sonrió al ver el semblante de su amigo.
-¿Y bien? ¿Piensas usarlo?-le preguntó aunque ya sabía la respuesta. El castaño solo asintió sin dejar de sonreír ni de mirar el dije.
Después de eso ambos se encaminaron hacia su departamento hablando, aunque era más bien que el rubio se estaba burlando de su amigo por todo lo que había pasado, mientras que este solo le respondía sonrojado a más no poder.
Al llegar todos tuvieron curiosidad y no dudaron en interrogarle. Evidentemente el rubio no tuvo ningún reparo en contarlo todo, dejando otra vez al castaño con las mejillas coloradas a más no poder.
Esa misma noche, cogió un par de cuerdas negras y una plateada para hacerse una pulsera con el dije. Cuando terminó le pidió al pelirrojo que se la anudase el cual no se negó. Después casi no pudo dormir al no dejar de observar el pequeño objeto en su muñeca pero la sonrisa no había desaparecido de su rostro en ningún momento.

Volvieron a pasar un par de días para que se volviesen a ver. La verdad es que el varón estaba algo nervioso por cómo se habría tomado el castaño su regalo así que no había tenido el valor de volver a la cafetería. Sus amigos se cansaron de verle tan ausente en clase así que en esa tarde de viernes le arrastraron hasta allí. El varón estaba nervioso y eso que no estaban en la zona del doncel sino en la de su amigo rubio, pero aún así seguía sin poder mirar al contrario para ver si llevaba o no su regalo. Estaba tan metido en sus pensamientos que solo reaccionó cuando notó un golpe en su cabeza.
-Oh, vaya.... lo siento mucho.-comentó el rubio ojiazul pero con una sonrisa divertida.
-No pasa nada...-murmuró algo adolorido por el golpe, además de que sentía la mirada aniquiladora de su amigo azabache.
-Realmente lo siento.-volvió a decir y se acercó hasta casi rozar sus labios con su oreja.- Su muñeca derecha.-le susurró para después separarse, sonreírle y marcharse.
El mayor no entendía nada pero sintió un duro golpe en su cabeza de nuevo y pudo observar la mirada asesina de su amigo sobre él.
-¿Qué.Fue.Eso?-preguntó enfatizando cada palabra. Estaba que se subía por las paredes al ver como el rubio se había acercado tanto a su amigo.
-¿Muñeca derecha?-susurró el de gafas extrañando a sus compañeros.
-¿De qué hablas?-volvió a preguntar el azabache.
Cuando este iba a responder sintió como alguien paraba a su lado. Volteó y se encontró con el castaño y pudo observar las mejillas coloradas del menor.
-Este.... emm....-murmuró sin saber qué decir. Giró un poco y la mirada del rubio topó con la suya, dándole ánimos.
-¿Si?-preguntó el mayor. El doncel cogió aire y lo exhaló para después mirarle, aumentando su sonrojo.
-Gra-Gracias.... por el.... regalo.-susurró nervioso mientras pasaba su mano derecha por su cabello. Ahí es cuando el mayor pudo ver un pequeño brillo y se sorprendió al reconocer lo que era.
-Yo....-intentó decir algo pero fue interrumpido por el menor.
-Eso era todo. Adiós.-dijo atropelladamente y salió huyendo en dirección a la cocina.
Tardó unos segundos en asimilar lo que había pasado pero entonces sonrió feliz. Sus amigos no terminaron de entender nada hasta que susurró algo.
-Lo lleva puesto....-murmuró feliz. El resto se miraron y sonrieron levemente, felices por su amigo.

Ese día marcó el inicio de su relación. Tal vez no salían formalmente pero el varón iba todos los días a la cafetería y era atendido por el castaño. Los días en que este estaba solo porque su amigo no trabajaba, él se quedaba y le acompañaba a casa. Comenzaron a hablar más, sobre sus gustos y todo tipo de cosas y ambos estaban felices de estar cada vez más cerca del otro.
Así pasaron un par de meses hasta que el mayor por fin decidió pedirle salir en serio. Caminaba apurado ya que había tenido que ayudar a sus padres a hacer inventario. Su castaño debería de haber acabado ya su turno y le estaría esperando, aunque era realmente tarde puesto que ya había oscurecido, por lo que quizás se habría marchado ya.
Suspiró y llegó a la cafetería pero como supuso esta se encontraba ya cerrada. Se acercó al callejón y caminó hasta la puerta de empleados pero no parecía que hubiese nadie. Suspiró y comenzó a caminar para irse de allí pero entonces oyó algo que no le hizo mucha gracia.

-¡No por favor! ¡No te acerques!-gritó una voz que reconoció al instante y sin dudarlo entró en el local.

Un rato antes el castaño había terminado de limpiar y ya se había cambiado el uniforme pero cuando estaba por salir, su jefe le llamó y le pidió que esperase a que todos se marchasen para cerrar puesto que él tenía una reunión y no podía hacerlo. El doncel suspiró cansado pero accedió, después de todo era su jefe y no podía negarse. Salió un momento para ver si el varón ya había llegado pero se sorprendió al ver que no era así. No era como si hubiesen quedado, era simplemente que de alguna forma se había vuelto rutina el volver juntos cuando su rubio amigo no estaba.
Decidió no preocuparse demasiado. Quizás el mayor tenía algo que hacer y no pudo ir, aunque le habría avisado de ser así....
Sacudió la cabeza para dejar de pensar en ese tipo de cosas. De seguro que estaba bien, no había nada por lo que preocuparse. Suspiró y observó como el lugar estaba completamente vacío. Terminó de bajar las persianas de la entrada y apagó las luces. Después caminó hasta el vestuario para coger sus cosas y salir pero primero recordó que también tenía que sacar la basura.
Dejó su bolsa en la entrada de atrás y volvió a la cocina. Cogió la bolsa de basura y la llevó como pudo hasta el contenedor que había en el callejón. Cuando volvió vio la puerta abierta y su bolso no estaba, lo que se le hizo extraño ya que recordaba haberlo puesto ahí hace un momento.
Miró a su alrededor y al no verlo suspiró para volver a entrar. A lo mejor estaba paranoico y simplemente no lo había cogido.
Llegó al vestuario pero tampoco lo encontró ahí. Volvió a suspirar y caminó hasta la cafetería donde tampoco encontró nada. Giró de nueva cuenta y casi grita del susto.
-¿Qué hacéis aquí?-preguntó algo exaltado. Allí se encontraban los tres tipos de hace tiempo. Desde que les rechazó no los había vuelto a ver así que pensó que se habían rendido.
-Vaya.... ha pasado un tiempo y ¿eso es lo primero que dices?-habló con sorna uno de ellos.
-¿Qué queréis?-volvió a preguntar asustado, pero no de ellos, sino de lo que traían.
-¿Oh? Parece que no te gusta nuestro amigo.-dijo el segundo mirando como el doncel retrocedía ante el gran doberman que traían atado con una correa.
-Hmp. Dijiste que teníamos que pensar bien antes de hacer algo así que seguimos tu consejo.-explicó el tercero también divertido.
-Así que te observamos y nos dimos cuenta de que no te gusta tener perros cerca.-comentó divertido el segundo.
-Si eres bueno y haces lo que decimos nuestro amigo no se acercará a ti en lo más mínimo. ¿Qué dices?-preguntó con una sonrisa torcida el primero.
El castaño miró a todos y cada uno pero centró su mirada en el animal. Parecía bastante agresivo, lo cual no le extrañó ya que esa raza tiende a volverse de esa forma dependiendo del trato del amo y estaba seguro de que esos tres no le habrían tratado muy bien.
-¿Y bien?-preguntó impaciente uno de ellos.
-¡Ni hablar!-gritó el castaño.
-Mmm.... ya veo.-comentó otro y a continuación dejó ir la correa del perro. El doncel se asustó y retrocedió unos pasos mientras que el animal le observaba con detenimiento. Pronto comenzó a gruñir y por acto reflejo el castaño tembló.
-¡No por favor! ¡No te acerques!-gritó cuando este comenzó a avanzar. El animal comenzó a ladrar y el menor cayó al suelo temblando sin poder evitarlo, mientras lágrimas comenzaban a salir de sus castaños ojos..
-¡Jajajajaja! ¿Has visto? ¡Está completamente aterrado!-rió uno de los varones.
-¡Tendrías que haber aceptado el trato!-dijo otro mientras daba la orden y el perro comenzó a acercarse el doncel.
Este solo cerró los ojos y esperó al dolor que sabía que vendría pero solo escuchó un gruñido y como el perro salía corriendo. Abrió los ojos y se sorprendió a quién vio enfrente suyo, que aunque estaba de espaldas sabía quién era.
-¿Shino?-preguntó sorprendido.
-¿Estás bien Kiba?-preguntó el varón una vez giró y se agachó para mirarle a los ojos.
-S-si...-susurró y se sintió mejor al sentir como el mayor le acariciaba la mejilla son su mano, pero entonces notó algo húmedo. Miró hacia abajo y observó como el brazo izquierdo del moreno estaba sangrando.
-¡Sh-Shino, tu brazo está...!-gritó pero no pudo acabar la frase ya que unos labios contra los suyos se lo impidieron.
-Estoy bien.... en realidad me alegra que no te pasara nada a ti.-dijo una vez se separaron a la vez que le sonreía con dulzura.
-Pero... debe dolerte.-susurró el menor preocupado y algo avergonzado por el beso.
-Dolería más si no hubiese impedido que te hicieran daño.-comentó sin dejar de sonreír, aunque había empezado a arderle la herida.
-Ellos....-comenzó pero vio como los tres varones estaban en el suelo inconscientes.- ¿Como has...?
-Jejeje ¿con quién crees que Neji practicaba kárate?-preguntó divertido.
-Eso ahora da igual. ¡Tenemos que llamar a una ambulancia!-gritó preocupado al ver como el sangrado no se detenía.
-Coge mi teléfono y llama a Sasuke. Así será más rápido.-dijo para luego sentarse y apoyar la espalda en la barra del lugar. La verdad es que comenzaba a sentirse cansado. Oyó la voz del castaño llamarle pero poco a poco todo se iba quedando negro hasta que ya no sintió nada.

Despertó gracias a la luz del sol que le daba directamente en la cara. Miró a su alrededor desorientado y entendió que estaba en el hospital. ¿Pero en el hospital porqué? Se preguntó. Intentó mover el brazo izquierdo pero no podía, así que intentó con el derecho pero notó un peso extra. Miró en esa dirección y observó una cabellera castaña sobre la cama. Comprendió quién era y cuando miró su mano, notó como el de marcas la tenía sostenida con una de las suyas. Sonrió con dulzura y fue entonces que oyó la puerta abrirse.
-Ha estado aquí desde que te trajeron.-dijo la voz de la señora Uchiha.
-Ya veo...-susurró sin dejar de ver al doncel.
-Tu brazo está bien. La herida no ha sido tan profunda aunque tuvimos que darte algunos puntos. Además te pusimos la vacuna contra la rabia por si acaso. Si te sientes mal no dudes en decírnoslo.-explicó la mujer con dulzura aunque sin quitar la seriedad del asunto.
-De acuerdo. ¿Qué hora es?-preguntó pero sin mirarla.
-Las diez. Tus padres están fuera pero supongo que primero querréis hablar vosotros dos.-supuso y solo obtuvo un asentimiento de cabeza por parte del menor. Sonrió y salió de allí para dejarles intimidad.
-Eres un idiota.-susurró una voz que hizo sonreír al varón.
-Si... soy un idiota por ti.-susurró también.
-¡No te lo tomes a broma! ¡¿Sabes lo preocupado que estaba?!-gritó alzando la cabeza, mirándole con lágrimas recorriendo su rostro.
-Lo siento.... pero no podía dejar que te pasase nada.-susurró con dulzura.
-¿Porqué?-preguntó mirándoles a los ojos.
-Por que te quiero Kiba.-respondió con sinceridad.
-Idiota...-murmuró el menor para darle un suave beso en los labios.
Estuvieron en silencio hasta que los padres del varón entraron riñendo a este por su descuido. A este poco le importó lo que le dijeron y simplemente aprovechó para presentar a su novio ante ellos. Este se sonrojó y les pidió disculpas ya que el moreno se había hecho daño por ayudarle. Al enterarse de toda la historia los mayores suspiraron y simplemente abrazaron al menor para darle la bienvenida a la familia, al igual que le pidieron que no se culpase por lo que había sucedido.
Sin más salieron y volvieron a dejarlos solos. El castaño estaba recostado en el lado derecho del varón con la cabeza apoyada en su pecho, mientras que este le rodeaba la cintura con su brazo sano.

-Hey Kiba....-llamó el varón al doncel.
-Dime.-susurró este mirándole desde abajo.
-¿Te parece que te ayude a superar tu miedo a los perros?-preguntó algo inseguro. Tampoco quería forzarle.
-Si es contigo estoy seguro que podré superarlo.-respondió con dulzura al ver la inseguridad en los ojos ajenos pero pronto cayó en algo.-¿Cómo sabías que me daban miedo? Nunca te lo dije.-comentó mirándole con sospecha.
-¿Prometes no enojarte?-preguntó y recibió un asentimiento del menor.- El día que chocamos y huiste, días antes de darte el dije, me di cuenta de que a pesar de que mirabas accesorios y juguetes para perros en la tienda, siempre evitabas pasar por delante de estos. Quise saber porqué y fui a preguntarle a tu amigo Lee.-explicó.
-¿Qué fue lo que te dijo?-preguntó con temor el menor.
-Solo dijo que habías tenido un accidente y casi mueres. No quise obligarle a que me contase todo con detalles así que pensé que si algún día confiabas en mi lo suficiente como para contármelo, yo te escucharía hasta el final.-dijo mirándole a los ojos. El doncel vio la sinceridad en los orbes ajenos y bajó la mirada hasta apoyar otra vez la cabeza en el pecho ajeno.
-Cuando era pequeño.... mi padre siempre salía de viaje y yo me quedaba con mi madre y mi hermana en casa. Al principio todo era normal pero un día mi madre se enfadó diciendo que no soportaba que mi padre pasase todo su tiempo conmigo cuando volvía y que a ella no le hiciese el más mínimo caso. Comenzó a maltratarme, tanto verbal como físicamente, y al principio mi hermana me defendía pero.... poco después de cumplir los 7 años.... ella invitó a un chico que le gustaba a la casa pero al parecer a este le interesé yo. A esa edad a mi no me interesaban los chicos así que lo rechacé sin saber lo que ella sentía por él.... Ahí es cuando ella se unió a mi madre.-comenzó a explicar.
-¿Tu padre se enteró de lo que hacían?-preguntó preocupado mientras acariciaba la cabellera del contrario.
-Si.... un día que volvió antes vio las marcas que tenía. Se enfadó y discutió con ellas y ahí fue cuando le pidió el divorcio a mi madre. Comenzó a hacer las maletas para irnos lo dos pero ella no lo soportó, no quería que él se fuese y mucho menos conmigo.-siguió pero paró porqué había comenzado a hipar.
-¿Qué tienen que ver los perros con esto?-preguntó preocupado por su doncel.
-La familia de mi madre siempre se ha dedicado al adiestramiento de perros de caza y de presa así que cuando vio que mi padre la dejaba para irse conmigo..... dio la orden a estos para que nos atacasen. Recuerdo comenzar a correr mientras oía a mi padre gritarme que no parase por nada pero como solo era un niño me cansé bastante rápido.... Nuestra casa estaba rodeada de árboles y pronto me perdí,sin saber hacia donde ir y con los perros detrás. En un momento tropecé y caí al suelo, y cuando me di cuenta estaba rodeado. Estaba tan asustado que solo cerré los ojos esperando que me matasen o que alguien me ayudase. Fue lo primero.-dijo temblando al recordarlo.
-Kiba...-susurró con amor y abrazó mas fuertemente al menor.
-Solo sentí como me dolía todo y simplemente caí inconsciente. Cuando desperté estaba en la cama vendado y había un hombre castaño sentado al lado. Me explicó que me habían encontrado gracias al perro del lugar y aunque me asusté cuando este entró en la habitación y quise que se marchara... este no me dejó ni un solo día. Se quedó en la puerta de mi habitación procurando que no hiciese nada raro y... poco a poco acepté que se me acercara, hasta el punto de que comenzó a dormir a mi lado. Mi pierna estaba bastante mal al igual que mi estómago, donde tenía una gran herida, pero aún así me recuperé bastante bien. Lo único que queda de eso son las cicatrices que tengo pero a parte de eso estoy bien, aunque sigo sin poder estar cerca de cualquier tipo de perro, sobretodo si son grandes y de razas dominantes.-terminó de explicar pero algo más calmado al sentir el calor que desprendía el cuerpo del mayor.
-Gracias por contármelo.-murmuró el mayor sobre su cabello.
-Gracias por escucharme.-dijo de igual forma el menor.
-Te amo Kiba.... incluso más que antes y estoy seguro que seguiré amándote cada vez más.-le dijo mirándole a los ojos.
-Idiota.... yo también te amo Shino.... y no dudo de que así seguirá por siempre.-susurró para después besarle con cariño.
Cuando se separaron ambos se sonrieron pero oyeron unos sollozos procedentes de detrás de la puerta y fue ahí cuando los padres del varón volvieron a entrar corriendo para abrazar al doncel mientras lloraban.
El castaño solo se rió cuando sus suegros comenzaron a amenazar a su novio sobre lo que le harían si alguna vez le hacían cualquier tipo de daño, mientras que este alegaba que primero se cortaba las manos y la lengua que hacerle daño.

Bueno.... es verdad que su familia resultó acabar mal pero.... ¿quién decía que no podría formar una con ese varón al que adoraba y con el que procuraría que todo saliese bien?



...... FIN ......

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