Oneshot
Un tímido y lindo castaño se
encontraba sentado sobre la cama de su habitación con la mirada
perdida en la ventana. Desde que había vuelto de la escuela que se
encontraba allí sentado con aire ausente, hasta el punto de que
estaba comenzando a preocupar a su tutor, el cual le miraba desde la
puerta.
El ojimiel llevaba suspirando un buen
rato y aquello le estaba comenzando a molestar. Ese aire de depresión
era realmente notable y, de cierto modo, le comenzaba a preocupar.
-¿Se puede saber que te pasa
Dame-Tsuna?-preguntó ya cansado el azabache.
-¿Eh? ¡Reborn! ¿Cuanto tiempo
llevas ahí?-gritó sorprendido el castaño.
-Prácticamente desde que llegaste.
Ahora responde a mi pregunta.-dice con voz fastidiada.
-Eh.... no es nada.-dice un leve
susurro el menor.
-¿Nada? No me hagas reír. No eres
nada bueno mintiendo Tsuna.-comenta con gracia y presunción el
de traje.
-Tienes razón....-murmuró el
contrario.-.... voy a ducharme.-dijo para luego salir de su
habitación.
El azabache miró como se alejaba su
alumno y levantó una ceja extrañado. Lo normal habría sido que le
gritase y replicase pero esta vez no lo había hecho. Aquella actitud
estaba comenzando a preocuparle de verdad.
Mientras tanto el castaño se
encontraba ya en el cuarto de baño, bajo las suaves gotas de agua.
Sin poder evitarlo leves lágrimas comenzaron a brotar de sus
precioso ojos miel. Los sollozos eran disimulados por el sonido del
agua caer. Se dejó caer hasta quedar sentado y con la cabeza entre
las rodillas, mientras lloraba desconsoladamente.
La razón por la que se encontraba en
ese deplorable estado era nada más y nada menos que... su niebla. El
orgulloso pelo índigo que intentó matarle una vez y que ahora
formaba parte de su familia.
Y os preguntaréis.... ¿él que tiene
que ver en su comportamiento? Pues veréis... el dulce castañito se
había enamorado del de ojos heterocromáticos. Este hecho no solo
fue sorprendente y difícil de asimilar por el menor sino qué,
cuando por fin había decidido aceptarlo y confesarse al mayor.... Lo
vio besarse con una chica muy guapa, pelirroja y de ojos azules.
Aquello destrozó al menor pero decidió guardarse aquella angustia
para sí, para que sus amigos no se preocupasen por él.
Estuvo así durante un par de meses, en
lo cuales el mayor se había trasladado de escuela junto con su
novia, por lo que tuvo que verlos durante los recreos juntos.
Aún así continuó con su dulce
sonrisa para que nadie se diese cuenta de lo destrozado que se
encontraba por dentro. Todo habría seguido igual sino fuese por algo
que le dijo su tutor.
Al parecer iban a celebrar la Navidad
todos juntos en su casa y, por todos se refería a sus guardianes,
incluidos Hibari y Mukuro, Shimon, Varia, Dino junto con Romario....
vamos que iban a quitarle lo poco de tranquilidad que le quedaba a su
vida.
Aquello no le molestaba del todo,
puesto que le gustaba pasar el tiempo con sus amigos pero.... todo se
vino abajo cuando el ilusionista dijo que se traería a su pareja.
Entonces ya no lo soportó más. A penas dos días para la víspera
de Navidad, el castaño se había derrumbado.
Ese día era en el cual su coraza había
caído y lo demostraba con aquellas amargas lágrimas. Daba gracias
al sonido que producía el agua al caer puesto que no quería que
nadie se enterase de su debilidad. No quería que nadie supiese sobre
lo que estaba sintiendo. Lo que le faltaba sería que empezasen a
atosigarle a preguntas puesto que, como había dicho su tutor
anteriormente, no se le daba bien mentir. Aunque eso no significaba
que no fuese bueno escondiéndose y ocultando lo que realmente piensa
o siente.
Con nuevos ánimos decidió salir del
baño. Se limpió los suaves rastro de lágrimas y se aseguró de que
no quedaban indicios de lo que había estado haciendo. Después
colocó su acostumbrada falsa sonrisa y salió del lugar ya cambiado.
Bajó las escaleras y se encaminó hacia la cocina donde podía oír
a todos allí sentados haciendo alboroto.
Su sonrisa aumentó en cuanto vio a los
niños pelearse como siempre mientras su madre cocinaba alegremente y
Reborn bebía su acostumbrado capuchino. Todos comenzaron a cenar y
el ambiente pasó rápidamente, sin que nadie notara su extraño
comportamiento, lo cual enorgullecía al castaño. Nunca imaginó que
sería capaz de ocultarle algo a su tutor pero al parecer si que
había aprendido algo durante todos ese tiempo que el azabache había
estado junto a él.
Terminó la cena y Bianchi se llevó a
los menores a su habitación para que se fuesen a dormir ya. El
castaño permaneció en la cocina ayudando a su madre a lavar los
platos mientras que Reborn había desaparecido como acostumbraba a
hacer.
-Tsu-kun.-le llamó la castaña
pero sin dejar de fregar platos.
-¿Qué pasa mamá?-preguntó
extrañado el menor mientras secaba la porcelana.
-Eso debería decir yo. ¿Crees que
a mí me puedes engañar con esa sonrisa falsa?-dijo algo molesta
pero miraba a su hijo con preocupación.
-Mamá yo....-no supo muy bien
qué responder.
-Sé que desde hace unos meses
dejaste de sonreír de verdad. Es verdad que al parecer tus amigos no
se han dado cuenta de ello pero yo, que soy tu madre y te conozco
mejor que nadie, sé muy bien que algo te pasó para que hayas dejado
de ser feliz.-habló con su acostumbrada voz maternal.
-Mamá...-susurró mientras sus
ojos comenzaba a aguarse rápidamente.
-No hace falta que me digas que es
lo que pasa. Solo quiero que recuerdes que siempre estaré aquí para
cuando necesites apoyo.-dijo la mujer mientras le sonreía
dulcemente.
El menor comenzó a llorar y se abrazó
a su progenitora. Con ella era la única con la que podía ser tan
vulnerable como quisiera puesto que sabía que ella haría todo lo
posible por apoyarle, estar a su lado y consolarle lo mejor posible.
Ninguno de los dos se percató de que
una sombra les estaba oyendo. Este ocultó su rostro bajo su fredora
y apretó los puños levemente. Después simplemente desapareció por
las escaleras.
Rato después el castaño por fin se
había calmado y después de sonreírle a su madre en agradecimiento,
se dirigió hacia su habitación para irse a dormir. Al llegar se
encontró con que el hitman ya se encontraba en su cama por lo que
solo suspiró, se colocó su pijama y se fue a dormir.
Al día siguiente el ojimiel despertó
más temprano de lo usual. Suspiró cansado y al fijar su vista en el
menor se encontró con que este no estaba. Se extrañó puesto que
era demasiado temprano, incluso para alguien como su tutor, pero
decidió no darle importancia.
Comenzó a preparar lo que necesitaría
para ese día, se vistió y bajó a desayunar. Su madre le sonrió y
el menor la ayudó a cocinar. Aunque parezca sorprendente el castaño
sacó la buena habilidad culinaria de su progenitora por lo que era
realmente bueno en ese aspecto.
Una vez terminaron el menor procedió a
desayunar tranquilamente y poco después se marchó hacia la escuela.
Le pidió a su madre que les dijese a sus amigos que ese día había
ido más temprano a clase.
Llegó pocos minutos después de que
abriesen las puertas de la institución por lo que había muy pocos
alumnos en las cercanías. Una vez estuvo en su salón, simplemente
se sentó en su lugar apoyó los brazos sobre la mesa y la cabeza
sobre ellos.
Inevitablemente sus pensamientos
comenzaron a irse con cierto peliazul. No sabía cuando ni como había
sucedido, tampoco porqué pero, lo que sentía por el mayor era algo
que nunca había experimentado con nadie, ni siquiera con Kyoko.
Al principio pensó que el que se
pusiera nervioso delante del mayor era porque le daba miedo pero,
poco a poco fue comprendiendo que aquello no era así. Por que a
pesar de estremecerse y temblar cuando estaba cerca suyo, las ganas
de verle siempre aumentaban. Se la pasaba pensando en si estará bien
o dónde estará. Fue al percatarse de ello que entendió que se
había enamorado de él.
Suspiró sin ser consciente de ello,
llamando la atención de un par de alumnos que ya habían llegado, y
que le vieron impresionados por encontrarlo allí tan temprano. El
ojimiel ni cuenta se dio de ello puesto que seguía metido en sus
pensamientos.
Después de haber llorado siendo
consolado por su madre, decidió que seguiría aguantando todo lo que
pudiera. No quería preocupar a sus amigos como lo había echo con su
dulce madre. Además de que ya era 22 por lo que no quería
estropearles las fiestas. Sus amigos eran demasiado importantes para
él por lo que no iba a dejar que por un estúpido amor no
correspondido ellos la pasaran mal.
Sonrió con algo de tristeza pero
entonces sintió una mano sobre su hombro. Levantó la mirada
sorprendido y se encontró con el beisbolista y su mano derecha. El
moreno le miraba con comprensión pero con su usual sonrisa. El
castaño se sorprendió al entender que su amigo intuía que le
pasaba algo pero que no iba a presionarle para que se lo dijese.
-Yo, Tsuna.-le saludó.
-Buenos días Yamamoto.-saludó
el menor.
-¡Décimo! ¿Cómo es que se fue
sin nosotros?-le preguntó un preocupado peliplateado.
-Gomen, Gokudera-kun. Es solo que me
desperté temprano y decidí venir antes.-respondió con la
verdad a medias.
-No pasa nada Tsuna. Nosotros lo
entendemos.-comentó el moreno sin dejar de sonreírle.
Después de esa pequeña charla las
clases comenzaron. Para cuando el ojimiel quiso darse cuenta ya
estaban en el descanso para almorzar. Como siempre los tres caminaban
en dirección a la azotea pero entonces, un poco más adelante, se
encontraba el ilusionista con su novia. Ambos estaban hablando muy
felices hasta que ella notó a los tres chicos y los saludó.
-Hola.-dijo ella sonriente
mientras se abrazaba al brazo derecho del mayor.
-Buenas.-saludó el moreno.
-Hmp.-gruñó el peliplateado
molesto por la presencia del peliazul.
-Buenos días.-saludó el
castaño con su sonrisa dulce.
-Etto.... ¿de verdad puedo ir a la
cena, Tsuna-san?-preguntó ella algo tímida. El mencionado se
sorprendió un poco pero, tragándose la tristeza sonrió para
animarla.
-Claro. Si Mukuro te invitó es
porque quiere que vayas y yo no tengo ningún problema con
ello.-mintió descaradamente. Realmente no le apetecía tener que
ver como expresaban su amor pero no quería ser grosero con ella
puesto que era una gran chica. Nunca podría compararse con ella por
lo que no tenía sentido ni sentir envidia.
Durante la corta conversación el
ilusionista no dijo palabra alguna, solo se quedó mirando al castaño
fijamente, lo cual solo notó el beisbolista.
Sin más se despidieron y la pareja se
fue a almorzar por su lado mientras que los chicos iban por el
contrario. El castaño suspiró algo aliviado por no seguir cerca de
ellos pero aquello llamó la atención de la tormenta.
-¿Pasa algo Décimo?-preguntó
preocupado.
-¿Eh? No es nada Gokudera-kun. Solo
estaba pensando en algo.-respondió con una de sus mejores
sonrisas ensayadas. Esa excusa no se la creyó el moreno pero decidió
no decir nada al respecto.
Sin más las clases volvieron a
comenzar para, finalmente terminar por aquel día. Como comenzaban
las vacaciones no volverían a aquel edificio en unas largas tres
semanas, lo cual el ojimiel agradecía bastante.
El menor se despidió de sus amigos y
se marchó a pasear un rato. No quería llegar a su casa todavía. Le
apetecía estar unos minutos en silencio y así poder pensar
tranquilamente las cosas.
Caminando sin rumbo terminó en un
pequeño parque al que iba cuando era más pequeño. Sonrió con algo
de nostalgia puesto que el lugar estaba algo descuidado ya que hacía
bastante que nadie iba allí. Decidió entonces sentarse en los
viejos columpios y, mientras se balanceaba lentamente y la brisa le
movía levemente el cabello, él se perdió otra vez en sus
pensamientos.
-Nee.... ¿por qué la vida tiene
que ser tan complicada?-susurró al viento. Tenía los ojos
cerrados mientras sentía el frío aire cubrirle entero.
-¿Porqué todo lo malo me sucede a
mí? Será que.... de alguna forma... ¿me merezco todo esto?-siguió
cuestionándose en voz alta. No se percató de que alguien le estaba
observando desde detrás de unos árboles.
-Sabes... si realmente existes....
yo solo tengo un deseo...-volvió a murmurar mientras abría los
ojos y miraba hacia el cielo.-..... mi único deseo …. lo único
que realmente quiero.... es poder pasar esa noche a su lado.... saber
que le importo.... aunque solo sea un poco.-finalizó su súplica
mientras leves, finas y cristalinas lágrimas huían de sus mieles
para recorrer sus mejillas, humedeciéndolas en el proceso.
Bajó la mirada hacia el suelo y,
después de sollozar un par de minutos se levantó del lugar y se
encaminó hacia su hogar.
La sombra que le observaba se quedó
impactada por el sentimiento de tristeza que había dejado salir el
castaño. Siempre le había visto sonreír pero nunca le había visto
llorar y... era algo que no quería volver a presenciar. No al menos
por culpa de cualquier idiota.
¿Quién en su sano juicio haría
sufrir así a alguien tan dulce como el castaño? ¿Porqué este
fingía ante todo el mundo? Suspiró y apretó los puños para
controlar la cólera que estaba surgiendo en su ser.
-¿Se puede saber qué haces
aquí?-le preguntó a alguien detrás suyo.
-Hmp. Eso a ti no te incumbe. Además
yo podría preguntarte a ti lo mismo.-respondió una voz, la cual
reconoció como la del ex-arcobaleno.
-Solo pasaba por aquí.-respondió
como si nada.
-Eso no te lo crees ni tú.-comentó
burlón el moreno.
-¿Quién fue?-preguntó después
de unos minutos de silencio.
-¿De qué hablas?-preguntó a
su ves el hitman sin entender.
-La idiota que le hizo llorar.-dijo
con desprecio mal disimulado en la voz.
-Hmp. No lo sé. Al parecer Tsuna es
mucho mejor escondiendo lo que siente de lo que imaginé.-respondió
sinceramente.
-Pero bien que te diste cuenta de
que algo le pasaba ¿no?-preguntó con escepticismo mientras se
giraba verle a la cara.
-No fui yo, fue Nana la que se dio
cuenta. Yo me enteré cuando él estuvo llorando en sus brazos ayer.
Por lo que decidí vigilarlo hoy para saber a qué o quién se
debía.-comentó sin especificar mucho en los detalles.
-Y supongo que lo habrás
averiguado.-dijo ahora el contrario.
-Pues la verdad.... es que no del
todo.-murmuró mientras escondía sus ojos debajo de su fredora.
-¿Hablas en serio?-preguntó
seriamente.
-Así es.-respondió de igual
forma.
-Pero algo sospechas ¿no?-volvió
a preguntar.
-Eso sí pero.... ¿que harás
cuando te lo diga?-preguntó mirándole retadoramente.
-Solucionarlo.-respondió
prepotente.
-Hmp. Pues vas a tener mucho trabajo
puesto... que probablemente tú seas el problema.-sonrió con
arrogancia al ver la cara de estupefacción del otro.
En aquel momento una ráfaga de aire
azotó ambos cuerpos y la luz de la luna los iluminó. Una cabellera
peliazul junto a unos ojos de distinto color se dejaron ver.
-¿Qué quieres decir con que yo
podría ser el problema?-preguntó enojado.
-Quise decir lo que dije. Observé
bien a Tsuna y solo se comporta extraño cuando tú y tu noviecita os
acercáis.-respondió como si nada.- Así que.... mas te vale
solucionarlo como dijiste.
Después de decir aquello desapareció
del lugar, dejando a un peliazul realmente sorprendido y sin saber
muy bien qué hacer ante aquella información.
Por otra parte, el castaño ya había
llegado a su casa y se fue directamente a su habitación. Se tumbó
sobre su mullido colchón y en pocos minutos se quedó profundamente
dormido puesto que se sentía realmente cansado emocionalmente. Su
madre subió a decirle que bajase a cenar pero al verle con un rostro
tan pacífico decidió dejarle dormir y avisó a los niños de que no
hiciesen mucho escándalo para no despertar a su hijo.
Para cuando el moreno llegó a la casa
se encontró con que el menor dormía incluso con el uniforme escolar
puesto. Suspiró y le pidió a la castaña que se encargase de
cambiarle puesto que no sería bueno que el ojimiel durmiese con
aquello puesto. Después simplemente cenó y él también se marchó
a dormir, pensando en cuales serán las acciones del ilusionista.
A la mañana siguiente todos en la casa
despertaron temprano, exceptuando al castaño que seguía durmiendo
como un lirón. La castaña se dirigió al centro a comprar junto con
los niños mientras que Reborn se dirigió a hacer unos cuantos
preparativos para la noche siguiente. Cuando el castaño despertó no
había nadie en la casa. Bajó a desayunar y pasó todo el día
tranquilamente entre pensamiento y pensamiento.
Así fue el día siguiente también
solo con la diferencia de que por la tarde estuvieron todos ayudando
a decorar la casa y preparar la cena para cuando llegasen los demás.
Ya entrada la noche, sobre las 20:30 h comenzaron a llegar los amigos
del ojimiel.
Primero fueron Yamamoto y Gokudera
junto con Dino y Romario. Después le siguieron Shimon y Varia para,
finalmente llegar Hibari junto con Kusakabe y Mukuro quién, para
sorpresa y extrañeza de todos vino solo con la panda de Kokuyo.
Evidentemente el padre del castaño
junto con Basil y la resta de ex-arcobalenos también asistieron a la
cena. El ambiente era ameno entre los presentes hasta que llegó la
hora de dar los regalos. Como siempre que se reunían a Reborn se le
ocurrió la “gran” idea de organizar un pequeño concurso de
talentos y algunos juegos más para así hacer más entretenido ese
intercambio.
Después de unos cuantos gritos, risas
y peleas entre más de uno de los invitados todos habían recibido
sus regalos. Para entonces ya casi era medianoche por lo que un poco
cansado el castaño se encaminó hacia su habitación para poder
alejarse un poco de todo aquel ruido.
Llegó a la estancia y se dejó caer
boca arriba en el colchón. Suspiró aliviado y cuando iba a abrir
los ojos sintió como alguien se los tapaba con una mano.
-¿Pero qué mmph...?-no pudo
terminar de preguntar cuando unos labios aprisionaron los suyos. Le
devoraban con pasión y lujuria. Sentía la lengua contraria
enredarse con la suya de forma pasional. El contacto era tan salvaje
y sorpresivo que algunos hilos de saliva se estaba escurriendo de la
comisura de sus labios unidos para ir bajando por su mentón hacia su
cuello.
Algunos minutos después ambas bocas se
separaron y el castaño soltó un gemido al por fin ser capaz de
recuperar aire. Respiraba agitadamente y, dentro de la poca lucidez
que le quedaba, se percató de un detalle muy importante.
-¿Mukuro?-preguntó
sorprendido. El mencionado quitó la mano de los ojos ajenos y sonrió
divertido.
-¿Como supiste que era
yo?-preguntó.
-Porque.... “eres el
único por el cual mi cuerpo se estremece de esta forma”.-pensó
pero entonces agitó la cabeza para quitarse esos pensamientos y
desvió la mirada hacia otro lado.-... eres el único que utiliza
guantes de cuero.-respondió con la voz todavía entrecortada por
el beso.
-Kufufufuf ya veo...-susurró
para sí mientras se sentaba en el borde de la cama.
-¿Por qué hiciste eso?-preguntó
con la voz algo quebrada el menor, el cual seguía tumbado.
-¿Hacer qué?-se hizo el
desentendido.
-¡Besarme!-casi gritó mientras
miraba al contrario con sus ojos levemente aguados.- Tienes novia. No
deberías de andar haciendo estas cosas y menos conmigo.-murmuró
dolido mientras se cubría los ojos con uno de sus brazos.
-Primero escúchame antes de
comenzar a pensar de más y hacerte ideas equivocadas.-habló el
mayor mientras apartaba el brazo ajeno y limpiaba las leves lágrimas
que los ojos castaños habían liberado.
-¿Qué?-preguntó el ojimiel.
-Es verdad que tenía novia.... pero
rompimos ayer. El trato fue que estaría con ella tres meses y si
durante estos conseguía que sintiese algo por ella entonces
seguiríamos pero sino, romperíamos en el acto.-explicó
sinceramente.
-No lo entiendo.-comentó el
menor mirándole confundido.
-Verás....-suspiró
para luego seguir.-.... hace unos meses se me confesó y yo
la rechacé. Un par de semanas después lo volvió a intentar pero
consiguió la misma respuesta. Entonces se enteró de que había
alguien que me gustaba y se empeñó en decirme que ella era mucho
mejor para mí que esa persona. ¿Hasta ahí me sigues?-preguntó
consiguiendo un asentimiento del contrario.- Bien... como estaba
harto de ella le dije que nunca se podría comparar con la persona
que quiero pero ella insistió hasta el punto de hacer una apuesta.
Durante tres meses se esforzaría por ser la mejor novia y así
intentar conquistarme pero, si por lo contrario no lo conseguía se
daría por vencida para siempre.-terminó
de explicar mientras miraba fijamente los orbes miel.
-Vale...
creo que lo entendí.-dijo el
menor pero todavía tenía algunas dudas por resolver. El mayor
pareció darse cuenta por lo que sonrió dulcemente ante la
ingenuidad del castaño.
-Si
te estás preguntando el porqué te besé.... fue porque estaba harto
de que pensases que salgo con esa pesada y no quería seguir
ocultando lo que siento por ti.-comentó
mientras le acariciaba una mejilla tiernamente.
El
castaño se sentó sobre la cama y le miró confundido y algo
sonrojado.
-¿L-lo
que... sientes por mí?-preguntó
cohibido y sonrojado.
-Kufufufuf
así es. Estoy enamorado de ti... por lo que no soportaba verte tan
deprimido por mi culpa.-dijo
sinceramente. Aquella confesión hizo que el sonrojo en las mejillas
ajenas se intensificara pero por otra parte también se sorprendió
por lo último que dijo el mayor.
-¿Lo
sabías?-preguntó sorprendido
y avergonzado.
-Me
di cuenta de que actuabas extraño pero... no fue hasta hace un par
de días que descubrí por qué.-dijo
mientras sonreía divertido al ver como los tonos de rojo iban
cambiando en el castaño.
-Y-yo...
ve-verás....-murmuró
nervioso. No sabía que decir. Su cabeza estaba realmente confundida
por toda la repentina información.
-Kufufuffufu....
solo dime lo que llevas tanto tiempo guardando. Sé sincero.-le
dijo dulcemente. El menor le miró a los ojos y pudo ver la
sinceridad en los orbes ajenos por lo que sonrió tiernamente.
-Mukuro
yo... te amo.-susurró para
luego sonrojarse lindamente.
-Yo
también te amo Tsunayoshi.-respondió
el mayor con otra dulce sonrisa. Entonces besó linda y castamente al
ojimiel pero se separaron al sentir una rápida luz.
Ambos
se separaron para ver a la madre del castaño sonreír contenta con
una cámara en mano. Había fotografiado ese dulce acto entre su hijo
y su nuevo novio. El castaño se sonrojó de sobremanera al ver como
allí en la puerta se encontraban todos y cada uno de sus amigos y
familia.
-¡Mamá!-gritó
avergonzado a su progenitora.
-Gomen
cariño... pero subí a avisarte para que bajases y no pude
resistirme a tan linda escena.-comentó
feliz la mujer.
-¡Nooooo!
¡Mi niño!-gritó el rubio
padre mientras lloraba a mares y salía corriendo para seguidamente
encerrarse en su habitación.
-Me
alegro por ti Tsuna.-comentó
la lluvia sonriente mientras arrastraba hacia abajo a un Gokudera
convertido en piedra a causa de la impresión que le causó todo
aquello.
Así
uno a uno fueron felicitándole todos sus amigos o, en algunos casos
solo ignoraron todo lo ocurrido, para luego retirarse y volver a la
fiesta que había en el salón, dejando otra vez a la recién
nombrada pareja solos.
Estuvieron
un rato en silencio hasta que el menor hizo un puchero en son de
protesta que causó una leve risa en el mayor.
-¿De
qué te ríes?-preguntó molesto el ojimiel.
-Kufufufuf
es solo que.... me pareció realmente lindo ese gesto.-comentó
sincero.
-Jooo.....-se
quedó mientras sus mejillas adquirían un leve tono rojizo.
-Hmp.
Bueno.... ¿se cumplió tu deseo?-le preguntó mientras le abrazaba
por la cintura y lo atraía hacia sí.
-¿O-oíste
aquello?-preguntó avergonzado.
-Así
es.-comentó como si nada. El menor solo se escondió en el pecho
ajeno para que este no pudiese ver su gran sonrojo.
-Idiota....-murmuró
avergonzado.
-Así
me quieres.-comentó con gracia.
Sin
más volvió a besar castamente los dulces labios del menor, antes de
que comenzase a protestar, y tras unos cuantos besos más por fin se
separó levemente de él y le sonrió con sinceridad.
-Feliz
Navidad Mukuro.-le dijo con la mejor sonrisa que hubiese habido en su
rostro.
-Feliz
Navidad Tsuna.-respondió ahora el mayor para luego volver a besarle,
solo que esta vez, con algo más de pasión.
Aquella
noche le demostraría a su cielo, lo importante que era para él....
su niebla.
......FIN......
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